Capítulo IV

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Hay un sensación que me trae con algo de desasosiego ¿No te percatas de lo que sientes al ver a alguien? ¿De cómo recibes su presencia? ¿Lo molesto que puede resultar ser esa persona? Bien, entonces deduzco que esto sólo sucede en mí.

Y me resulta pesado, porque no conozco a ese niño. Sigue cabizbajo ante el agarre de aquella señora, tímido, y algo desorientado. No lo culpo, después de todo admito que me ocurre algo similar. Nunca he ingresado a una escuela, ni mucho menos he convivido con alguien más a excepción de Pada. Pero, con solo verlo me da la impresión de que no me llevaré muy bien que digamos con él. Vamos Rin, al menos intenta no considerarlo, es preferible.

- Bien niños, quédense aquí. Iré por los demás-Anunció la mujer de edad avanzada. Pude sentir el momento en el cual liberó nuestras manos, alejándose a los pocos segundos. La observé alejarse, a unos metros de su posición se hallaban cantidad de niños lloriqueando, otros van saltando y expresando claramente lo feliz que se encuentran. Aquellos que lucen mayores se comportan algo más civilizados, no les daba más de once años. Por otro lado, la existencia de un pequeño ser se topaba en mis pensamientos. Procuré concéntrame, sé que puedo ser útil en algo y eso puede tratarse de estudiar a las personas. Aunque en todo caso no lo haya practicado en mi vida; analizaba los objetos que me rodeaban, cada acción que testiguaba de los animales. Podía descifrar acerca del porqué de sus actos, sé que puedo hacerlo, me gustaría poder realizarlo en seres humanos.

- Hola -Una voz infantil se hiso presente. El viento desgreñó mis cortos cabellos, y mi cerebro al parecer padece de una rápida conmutación de pensamientos. Todo lo anterior es suprimido por esa aguda voz. Comprimí algo el estómago ante un extraño revuelco.

- Hola -Repito con brusquedad. A comparación del niño, mis palabras se escucharon gruesas y secas. Y no obstante a aceptar lo que voy a decir, pero la de él sonaba de manera más amable y dulce. Lo cual me enfermaba.

- ¿Cómo te llamas?

<< ¿¡Puedes Parar!? >>

Ciertas veces en mi interior quiere sobresalir el ámbito positivo. De acuerdo... No quiero arruinarme el primer día por el hecho de no soportar a alguien que no tengo 'el placer' de conocer.

- Pues, yo soy...-Mis cuerdas vocales no funcionaron más. Si antes quise experimentar el hecho de examinar a una persona, ahora es cuando brotaron por así decirlo, mis dones. Aquel niño, era tan, tan. Vaya no hallo un buen adjetivo para describirlo. Es como tal chico que todo padre seguro desea. Ver sus manos entrelazadas alrededor de su espalda me afirmaba que era discreto e inseguro. Luego su cabello me atrajo, tan oscuro y con una singular forma. Sus ojos, igual de morenos que su negra melena. Era un poco más bajo que yo, y vestía un traje de camisa y pantalón de vestir.

- Entonces... ¿Me dirás quién eres? - Y su rara tonalidad me causaba gracia.

- Daishi Rin, bueno, sólo Rin.

En los instantes siguientes, la Señora que se despojó de nosotros volvió con unos dos niños más, sujetos de igual manera a ambos extremos de su cuerpo.

- Veamos, creo sólo serán ustedes cuatro-Dijo exhibiendo un extraño tipo de libreta. - Niños, digan sus nombres completos para poder asignarlos a las secciones donde han sido colocados a través de la inscripción.

<< No entendí ni una sola palabra >>

- Yo soy Bunya Atane -Alzó un brazo suyo, aquella niña de cabellos castaños. Ella igualmente se notaba eufórica. Me crucé de brazos y bufé. Seguro es una niña de su casa.

- Muy bien Atane, ¿Y tú?

- Bunya Jio -Respondió con franqueza. Entrecerré los párpados, ambos poseían un apellido similar.

La Inocencia del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora