•ESPECIAL II•

146 14 6
                                    

Los muchachos respiraban muy agotados mientras las gotas de sudor terminaban de embarrar el piso, con algo de sangre y suciedad también. Noté como mi respiración se había agitado un poco cuando me detuve, por lo que entendí que habían mejorado con mucha consideración.

— Ah, no lo podría encontrar más aburrido –Digo mientras disfrutaba de sus jadeos— Aunque admito que he tenido que moverme más esta vez.

— Maldito presumido —Escupe Nashi, el mayor, claramente el que no se ha rendido aún—.

— ¿Piensas hacer algo al respecto? Sigo aquí sin ninguna gota de sudor encima.

Antes de que pudiera levantarse y lanzarse al ataque, el reloj suena por encima nuestro, indicando que el tiempo de la pelea había acabado. Sonrío de costado a los cuatro chicos frente a mí, todos absolutamente agotados, dejando caer su cuerpo al suelo gracias a la presión en sus brazos. Había implementado una nueva serie de entrenamiento en la que debíamos respetar los tiempos puestos. Ya llevábamos cuatro horas sin parar.

— No... m-me gusta este método, Kudamo –Agrega Ume tomando una nueva bocanada de aire para continuar— Debemos de vencerte sí o sí.

— Su instinto Saiyajin les dice eso, lo sé, pero según lo recomendado por nuestro médico interno, es mejor si tomamos un pequeño descanso entre sesiones...

— Para poder incrementar nuestro poder mientras nos recuperamos —Repite Zakuro, la menor de todos— Lo sabemos, no tienes por qué repetirlo, idiota.

Río de nuevo por lo dulce que sonaba a su corta edad— Entonces no me hagan decirlo y tómense el maldito descanso. Volveré y cuando así sea espero ya hayan terminado con la cápsula —Digo refiriéndome a las grandes máquinas tras de ellos, dónde se restaurarían para la siguiente sesión—

A regañadientes todos se levantaron con ayuda de los otros, comenzando a murmurar como si fuese realmente una hora de receso, lo que me causaba cierto sentimiento de tranquilidad. Cerré los ojos para poder estabilizarme por completo para dirigirme al laboratorio listo. Aunque soy bueno para engañarme a mí mismo, mi cuerpo cada que puede me manda señales para indicarme de la verdad. El dolor en mi pecho continuaba, pese a la medicina.

Ingreso empujando la puerta levemente, procurando hacer silencio, siendo esto inútil porque igual volteó a verme.

— ¿Qué tal el entrenamiento? –Saluda el hombre frente a mí, con rostro algo sucio y cabello negro atado a penas—.

— Bastante mal –Respondo al instante, cerrando el lugar para estar ahora los dos— Los chicos van mejorando cada vez más, no creo que pueda seguir haciéndome el fuerte.

— El efecto de la pastilla tampoco te va a ayudar, mientras más lo uses, el sudor contenido te harás sufrir fiebres más seguido –Advierte, aunque no era la primera vez que lo hacía—.

Chasqueo la lengua, mientras me apoyaba en la pared blanca, haciéndome respingar un poco por lo helada que estaba. — Pero hasta que me alcancen no puedo hacer nada —Lo miro nuevamente, notando que había puesto los ojos encima de su escritorio de nuevo— Ringo*... Realmente me ha ayudado la nueva táctica de entrenamiento, si no, hubiera estado perdido.

Lo escucho soltar un par de risitas. —Eso lo sé, por eso mismo que hice todo este nuevo programa. Debería cobrarte las horas extra.

Ringo fue el segundo en salir de las cápsulas que Pada guardaba y cuidaba celosamente. Es mayor que yo, pero por alguna razón tardó más en salir, sus células no terminaban de recuperarse. Ayudé a nuestro creador por casi un año a que las demás cápsulas salieran a la perfección, por lo que cuando Ringo nació fue un gran alivio saber que Pada lo pondría como su mano derecha en el laboratorio. Nunca había tenido contacto con nadie aparte del doctor, por lo que fue raro al inicio.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 20, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Inocencia del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora