Nuestro Destino.

XVII.

Me dirigía a la casa de Lauren para estudiar para el exámen que teníamos al otro día. Toqué la puerta suavemente, y recuerdos del primer día en el que estaba en aquella puerta aprecieron en mi mente. Sonreí. Cuántas cosas habían cambiando desde aquel día. Lauren me sorprendió sonriendo, perdida en mi mente. Al verla, salí del trance y la saludé con un beso en la mejilla.

"En qué pensabas?" me preguntó, también con una sonrisa en sus labios. Me costó unos segundos reaccionar.

"En la primera vez que vine" solté. Mis mejillas se ruborizaron instantáneamente, y pude notar que las de ella también.

"Pasa y recordemos juntas" me dijo, haciéndose a un lado para que pueda pasar.

"Recuerda que he venido a estudiar" le dije con una sonrisa, mientras me adentraba en su casa.

Me había mojado un poco la blusa que traía puesta debido al clima, cuando salí de mi casa no caía ni una sola gota, y un poco antes de llegar empezó a llover suave, pero justo cuando entré en casa de Lauren, el cielo llovía como si estuviera enojado con todos nosotros. Sentí que la casa de Lauren se iba a destruir, y maldije internamente por no haber traído un suéter. Me abracé fuerte para tratar de calentarme un poco, y el pensamiento de Lauren abrazandome así de fuerte me enrojeció la cara.

"Voy a hacer chocolate caliente" Lauren dijo, como si leyera mis pensamientos.

"Por favor" le contesté con una sonrisa. Ella me la devolvió, y encendió el televisor.

Una fuerte tormenta está azotando nuestra ciudad, decía la presentadora de noticias.

"No me había dado cuenta" ironizó Lauren desde la cocina, y yo reí.

Al parecer no va a parar esta noche, así que les recomiendo a todos no planear salir de la comodidad de su hogar por este día. Prepárense un chocolate caliente, porque esta lluvia no parece querer desaparecer.

"Eso no suena nada bien" dije.

"Primero, las locutoras nunca saben de lo que hablan" dijo Lauren "segundo, me ofende que quedarte en mi casa te suene nada bien" me reí.

"¿Sabes que si está en lo cierto tendré que dormir aquí?" le dije, y el pensamiento de dormir juntas me hizo querer estallar. Mis mejillas se enrojecieron, y mis palmas estaban sudadas a pesar del frío, porque recordé el sueño que había tenido hace unos días. Noté que Lauren se puso un poco nerviosa.

"Hay espacio" dijo tímida, encogiendose de hombros. Le sonreí para tranquilizarla.

"¿Cómo va el chocolate?" pregunté para cambiar de tema.

"Ya casi" me dijo. Saqué mi libro de Literatura, y empecé a leer mientras tanto.

"Oye, si vas a dormir aquí, hay tiempo suficiente para eso" Lauren apareció a mi lado, y cerró mi libro. ¿Está bromeando?

"Estás tomando muy en serio a esa locutora" le dije en broma.

"Que para ti suene mal, no significa que para mi también" me sonrió y se devolvió a la cocina, a servir las razas de chocolate caliente.

Bebimos los chocolates en silencio, dedicándonos algunas miradas discretas por encima de nuestras tazas. Ese momento quería alargarlo, hacerlo durar hasta el final de mis días. El frío de la lluvia, y el caliente del chocolate mezclados en mi interior, Lauren al frente de mi, nuestras rodillas chocando, nuestras miradas encontradas. No había palabras hechas sonido, porque no las necesitabamos. Las palabras volaban por el aire convertidas en miradas, en respiraciones, en sentimientos. Era uno de los momentos en los que las palabras no faltaban, porque sin ellas, todo estaba dicho. Todo estaba demostrado. Cada vez que venía los ojos de Lauren mirándome por encima de su taza, me sentía como si hubiese logrado mi objetivo en la vida. Las palabras podrían provocar muchas cosas; pero una mirada cargada de sentimientos podría provocar mil cosas más.

Todas las dudas que tenía antes se desaparecieron. No importaban. Sólo importabamos ella y yo. Lauren bajo su taza al ver que la miraba demasiado, y se me quedó mirando también. Por primera vez no me incomodó que alguien me mirara directamente por tanto tiempo. Todo desapareció. Me incliné hacia ella, y al ver el rubor en sus mejillas sonreí. Todo parecía un sueño. Quizá lo era. Quizá no. Qué importaba. Me acerqué, y al ver que ella no parecía querer alejarse o que me alejara, planté un beso en sus labios.