CAPÍTULO 5

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Hotch, Rossi y Reid estaban desconcertados. Unos minutos antes, Emily se encontraba perfectamente. Morgan y J.J. dudaron en qué debían hacer. J.J. finalmente se dio cuenta de que quizás Morgan estaba demasiado alterado como para ocuparse de aquella situación.

— Deja que vaya yo— Se ofreció J.J. al tiempo que salía en busca de su amiga.

Los cuatro hombres se quedaron a solas en la habitación.

— ¿Qué le dijeron exactamente en el hospital?— Interrogó Hotch a Morgan. Comenzaba a sospechar que Emily estaba peor de lo que les había hecho creer.

Derek se encontró atrapado en una situación imposible. Tenía el convencimiento de que aquello no tenía relación con los problemas estomacales de Emily sino más bien con sus problemas psicológicos.

— No es por eso...— Respondió Morgan— Es por los tatuajes...— Añadió con cautela, e inmediatamente tres pares de ojos lo miraron intrigados. Morgan entendió que no tenía más alternativa que sincerarse, al fin y al cabo todos querían lo mejor para Emily – Doyle le tatuó un trébol...

En silencio, los agentes asimilaron el alcance de aquella revelación. Hotch estaba sorprendido de que J.J. le hubiera ocultado algo así. Había visto los informes de Emily y no constaba nada semejante. ¿Tal vez J.J. se había encargado de eliminarlo? ¿Tal vez lo había hecho por petición de la propia Emily? En cualquier caso, era algo que a Emily debía dolerle lo suficiente como para haberlo mantenido en secreto. Se preguntó qué sentiría si supiera que Morgan había compartido esa información, aunque hubiera sido con la mejor de las intenciones. Se preguntó también cómo habría influido en su relación con Morgan el hecho de sentir que Doyle había dejado su huella en ella.

— ¿La marcó?— Balbuceó Reid— ¿Doyle la marcó?— Estaba horrorizado por la tortura que eso habría significado para su amiga y compañera.

— Ese hijo de puta...— Maldijo Rossi en voz baja. Sentía un cariño por Emily casi paternal. No toleraba verla sufrir.

— Se lo ha quitado... Apenas tiene una pequeña cicatriz— Precisó Morgan— Pero...

Se detuvo. No quería dar demasiados detalles, como el lugar donde la tenía o cómo ella se sentía al notarla bajo sus dedos.

— Pero es suficiente con saber que estuvo ahí...— Concluyó Hotch en un razonamiento certero.

Mientras los hombres se hacían confidencias entre sí, compartiendo su preocupación por Emily, J.J. esperaba junto a uno de los cubículos del servicio de señoras, esperando a que su amiga saliera. Había dejado de vomitar, pero no parecía tener intención de enfrentarla.

— ¿Emily?— La llamó al fin. No podía quedarse allí encerrada eternamente.

La puerta se abrió, y Emily salió tan pálida como había entrado. Le dio las gracias a J.J. cuando ésta le ofreció un pañuelo de papel. Se limpió la boca y luego se acercó al lavabo y se refrescó el rostro. Lo hizo con dificultad, dada la escasa movilidad que tenía a causa del cabestrillo. Detrás de ella, a través del espejo, podía notar la mirada conmovida de J.J. Emily odiaba dar lástima, y eso era lo que ahora sentía. No quería ser una víctima, y especialmente no quería ser la víctima de Doyle.

— Esta maldita úlcera sólo parece empeorar— Mintió a sabiendas de que no iba a engañar a J.J.

Cuando se dio la vuelta, se encontró con los ojos compasivos de J.J., que la tomó suavemente por el antebrazo, en un gesto reconfortante.

— ¿Quieres hablar de ello?

Emily estaba bastante segura de que con la tensión de los últimos acontecimientos, no sería capaz de hacerlo sin echarse a llorar. Ya era suficiente con enfrentar un embarazo para el que no se sentía preparada como para encima tener que hacerlo al mismo tiempo que lidiaba con sus propios traumas.

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