¡Tomatelas, puto!

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Después de muchas semanas de amor, Nacho empezó a notar que Thiago se distanciaba. Con la salida de Daniela, las inhibiciones por el vínculo habían desaparecido y en su retirada se habían llevado también las morales. Ahora, no sentía ningún impedimento para amar a una nueva persona en la casa ni tampoco que esa persona fuera un hombre como él. Sin embargo, con la cercanía del repechaje, la relación se había enfriado; como si la sola posibilidad de que reingresara Daniela, hiciera que Thiago levantase una pared.

—¿Estás bien, vos?—le preguntaba Nacho, y Thiago respondía que "todo bien" con esa sonrisa tímida que sabía, desarmaba al ex futbolista.

La noche que entró Daniela, Nacho quiso tomar de la mano a Thiago y este lo ignoró. Fue la gota que rebalsó el vaso.
Bien entrada la madrugada, Nacho aprovechó un momento de calma para acercarse a Thiago.
—¿Podemos hablar?—le preguntó.
—Hablemos.
Nacho habló con serenidad, tomando aire entre oración y oración. 
—Mirá Thiago, yo sé que tengo un carácter a veces complicado y si hice algo que te dolió te pido perdón de antemano, pero honestamente, no creo que tú distancia se trate de algo que hice yo, sino de la presencia de Daniela...
—¡Cualquiera!—lo interrumpió Thiago, para descartar el argumento que exponía Nacho por vía del ridículo. De todas las "mañas" del Thiago, la que más detestaba Nacho era justamente esa. Tuvo que contar hasta diez para seguir sin perder la calma.
—¿Por qué hacés todo tan difícil? Si los dos sabemos qué está pasando. ¿Por qué no lo enfrentamos?
Thiago se reía nervioso, pero seguía desacreditando las razones de Nacho.
—¡Estás re fantasma, vo'! ¡Cualquiera te estás mandando!
—Thiago se reía fuerte y lo señalaba. Fue el límite de la paciencia.
—¿Sabés qué? Andá con la tetona. No te merecés nada mejor ¿Y sabés por qué? Porque sos un cagón que habiendo podido vivir una historia de amor verdadero, preferís refugiarte en la comodidad del plástico. ¡Andate a cagar!
Los ojos se le llenaron de lágrimas y en la boca sintió el gusto metálico de la adrenalina y la angustia, pero Nacho le dijo todo lo que le quería decir. Se fue rápido para que Thiago no lo viera llorar.
Así, de espaldas, Nacho sintió el dolor más agudo que su alma recordara.
—¡TOMATELAS, PUTO!—le gritó Thiago con desprecio.

Hubiese preferido que le clavara un puñal.

Argentina, País Paranormal. Edición Especial: Gran HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora