¡Con vos me va salir lo medieval!

172 15 1
                                    

El verano es una época difícil para vivir en cautiverio. Alfa sentía que la temperatura en el sauna lo iba a terminar quebrando. Veía a todos como desde atrás de una cortina de niebla, sus pensamientos eran incoherentes y aletargados, ya no se resistía a volver al calabozo cuando lo sacaban al baño. Hasta comer le daba pereza. Iba a morir en el sauna de un set televisivo. Eso pensaba cuando vio pasar a Ariel, con ese aire de novicia rebelde que tanto lo fastidiaba.

-¡Gordo! -le gritó con fuerza-. ¡Gordo!-le volvió a gritar más fuerte y Ariel se dió vuelta.

-¿Qué pasa?

-Vení -le pidió Alfa, y lo llamó con la mano para generar confianza.

Ladeando la cabeza en señal de duda, Ariel se acercó al sauna. Rápidamente, Alfa adoptó el rol de sufriente.

-No puedo más, gordo. Me tenés que sacar de acá.

-¡No! ¡La Tora me mata si te saco! Perdoname pero no.

Alfa apretó los dientes para contener la bronca y la frustración.

-Escuchame, Arielito. Yo sé que en el fondo vos tenés buen corazón...

-¿En el fondo? -lo interrumpió Ariel, empoderado. Alfa tragó saliva.

-Tenés un buen corazón. Sácame de acá, dale, ya se acabó la jodita.

-¡No, Alfa! Perdóname pero no puedo.

Alfa golpeó el vidrio del sauna con violencia. Ariel se echó para atrás aterrorizado.

-Podés sacarme, gordo; no querés y usas a la Tora cómo excusa. Andá para adentro, dejá. Prefiero morirme antes que rogarle a un cagón.

-Pero, Alfa, escuchame...

-¡No te quiero escuchar! ¿Qué parte no entendés? No quiero que me hables.

-Pero si vos me llamaste.

-¡Ah, pero vos sos una máquina de humillarte No-quiero-que-me-hables ¿Qué parte no entendés?

Alfa se dió vuelta y cerró toda opción de diálogo. Ariel se fue para adentro y se sentó solo en la cocina. Con una servilleta de papel se secó las lágrimas que se le escapaban de los párpados. Luego se secó la frente, el cuerpo. Agarró otra servilleta que se empapó apenas le tocó la cabeza.
El agua le corría a chorros y mientras más nervioso se ponía, más fuerte le corría el agua. Ya estaba haciendo un pequeño charco a su alrededor, se desesperó cuando escuchó que otros jugadores se acercaban. Se levantó y se metió corriendo en el confesionario, dejando una estela de líquido a su paso como los autos que pierden agua. Adentro del confesionario, tomó asiento e instantáneamente mojó todo el sillón. Su cara era de un sufrimiento extremo, no pudo soportar el dolor, gritó con desesperación y un surco se le dibujó en el abdomen, como si tuviera varias capas de piel que se fueron abriendo una a una, hasta mostrar en su cavidad abdominal la presencia de un ser pequeño, de claro origen extraterrestre, que estaba encadenado y furioso.

-¡Lo mato! ¡Hijos de puta, déjenme salir que lo mato! ¿Dónde estás, pelado, la concha de tu madre?

El extraterrestre tiraba de sus cadenas, y tenía los ojos exorbitados de furia. Escupía mucho mientras gritaba.

-Hola -le dijo GH y el extraterrestre miró hacia todos lados.

-¿Dónde estás? ¿Sos el pelado? ¡Te voy a deshollar vivo, hijo de puta!¡Con vos me va salir lo medieval!

-No, no. Vos estás hablando de Alfa, yo no soy Alfa, yo soy GH ¿Quién sos vos?

-¡Que quién soy yo! -respondió el extraterrestre con sarcasmo- ¿Quién sos vos, irrespetuoso?

GH se tomó el tiempo para explicarle quién era, y cuál era el contexto del programa televisivo en el cual estaban dialogando. El extraterrestre se empezó a calmar, Ariel se empezó a secar y las paredes de su abdomen empezaron a plegarse de vuelta.

-¡Sáquenme de acá o hago explotar todo el planeta! -se lo escuchó decir al extraterrestre, antes de que se terminara de cerrar Ariel.

-Hola, Ariel -siguió GH-. ¿Me podés explicar qué acaba de pasar?

Ariel puso cara de desentendido.

-No sé de qué me hablas -dijo.

-Acabo de tener una conversación con un extraterrestre que se aloja en tu abdomen y está muy enojado.

-¡Ah! -dijo Ariel con su sonrisa falsa-. ¿Conociste al Capitán Armagedón? Es una especie de genocida universal al que condenaron en un tribunal intergaláctico y yo vendría a ser su celda. Pero tranquilo, no pasa nada. Está todo bien.

-Estoy albergando un genocida universal en mi casa. No está todo bien, Ariel.

Ariel hizo un gesto de descrédito con la mano.

-Es un buen tipo. No pasa nada, solo que a veces yo me equivoco en mi función de celda, pero no va a volver a pasar. En serio.

Ariel convenció a GH y salió del confesionario otra vez con su andar de novicia rebelde. Al lado de la mesa, en el charco de sudor, lo esperaba Romina con un trapo y un balde.

-¡Tomá! ¡Yo no pienso limpiar tu inmundicia!

Una gota de sudor le mojó otra vez la frente a Ariel, que escuchaba dentro suyo al Capitán Armagedón como si hablara bajo el agua. "¡Agarrá la pala, hija de puta!", gritaba en esta ocasión. Ariel, mientras tanto sonreía.

-Tenés razón, Romina. Te pido mil disculpas. Dame que ya mismo me pongo a limpiar.

Argentina, País Paranormal. Edición Especial: Gran HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora