¿Estás bien, culiao?

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En una noche helada de 1653, referentes de todos los clanes de vampiros se reunieron en lo que el tiempo y la relevancia histórica harían conocido como el Concilio de Bucarest. Por aquel entonces, los rosii (como se conoce a los humanos en la jerga de los vampiros) hacía rato que no comían vidrio. Habían aprendido que a los vampiros se los mataba con una estaca en el pecho y desde entonces la población de inmortales había menguado significativamente. Cierto es que los vampiros son infinitamente más fuertes que los rosii, pero la superioridad numérica de los últimos era tan abrumadora que a mediados del siglo XXVII, las posibilidades de supervivencia eran casi nulas. La Orden del Día del Concilio de Bucarest era ni más ni menos que enfrentar la extinción. En un oscuro sótano con goteras y olor a encierro, tomó la palabra Johanes Von Schowi, líder de uno de los clanes más populosos.

—¡Compañeros, compañeras! Lo primero que les voy a pedir es que mantengan la calma—dijo con voz de mando. —Sabemos a lo que nos enfrentamos y lo importante que es mantener la mente fría. Después de mucho trajinar entre las segundas y terceras líneas de la burocracia celestial, logré que me recibieran Dios y el Diablo. Imagínense que no es fácil negociar con esos dos, pero llegamos a un acuerdo — Von Schowi hizo un silencio de expectativa.—La cosa es así: todo el tema de no reflejarnos en los espejos, del ajo y de los crucifijos ya no corre más. A la vista vamos a ser iguales a los rosii, incluso a la luz del día. Vamos a poder estar al sol pero poco, como si fuésemos albinos, digamos. La fuerza queda intacta, vamos a seguir siendo mucho más fuertes que ellos y de yapa nos dieron telepatía. Sobre este último punto, un demonio me contó que era al pedo porque en algunos siglos van a inventar algo que se llama wasap, pero me lo ofrecieron y lo agarré. Hasta ahí lo bueno. Ahora vamos con lo malo. Lo de las estacas queda como está. Me dijeron que era una especie de seguro y fueron intransigentes con eso, pero lo peor de todo es que no vamos a poder comer más caviar.
Von Schowi no terminó de pronunciar la frase que los vampiros y vampiras estallaron en un clamor de queja. Por "caviar", por supuesto, entendían sangre humana bebida directamente de la yugular.
—Buenos, gente. No se puede negociar si no estamos dispuestos a ceder en nada—interrumpió Von Schowi que tenía poca paciencia.—Y que quede claro: es blanco o negro. O nos quedamos como estamos o aceptamos las condiciones. Ustedes deciden.
Dicen que la discusión se prolongó más de una semana, pero finalmente se aceptó la moción de Von Schowi y de ese modo se cerraba una página de la historia.

Era cerca de la medianoche. Conejo entró a la habitación y lo vio a Maxi sentado en la cama. Estaba pálido y temblaba como una hoja.

—¿Te sentís bien, culiao?—le preguntó un cordobés a otro.
—No, che. Me siento para la mierda. Me parece que me picó algo.
A lo lejos, el Conejo pudo ver la marca roja en el cuello.
—Me parece que si, che. Vas a tener que pedir médico.

Todos los jugadores fueron a ver qué le pasaba al cordobés. Todos menos Camila que al borde de la pileta se masajeaba la cabeza, a ver si esas miles de voces telepáticas de colegas vampiros la paraban de insultar.

Argentina, País Paranormal. Edición Especial: Gran HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora