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Ugh, siquiera tengo un buen conjunto de ropa para ir a ver a Nilou, va a dar un espectáculo en el Gran Bazar. ─ se quejaba el rubio, dando vueltas por la sala, movía sus manos de forma expresiva una y otra vez. Sus rubíes bailaban de un lado a otro y de vez en cuando se posaban en su compañero, quien parecía harto de escucharlo.

No te veías tan preocupado cuando te hablé de los tres meses que me debes de renta. ─ fue lo único que dijo ese tipo, con su vista clavada en un libro diferente al anterior, siempre era uno distinto, como si no se cansara de leer.

Ah sí, sobre eso.. quizá mañana, pero.. ¡tch! no me cambies el tema. Tienes un cerebro gigante, posiblemente ideas gigantes también. ─ desde ese punto, Al Haitham dejó de escucharlo, activando esos auriculares que cancelaban todo tipo de sonido, centrándose en su lectura.

Despegó por unos segundos los ojos de su libro, observando a Kaveh, en silencio parecía una caricatura, moviendo las manos de un lado a otro de forma histérica y parloteando tanto. Haitham no le prestaba atención a cosas tan triviales como lo era la ropa, pero gracias al tema de conversación que trajo el rubio, no pudo evitar fijarse en sus prendas, no comprendía porque tanto alboroto en conseguir ropa nueva de momento.

Cuando el mismo se puso de espalda, sus ojos estaban completamente clavados en esta. Hizo el libro a un lado y apagó sus auriculares, levantándose del sillón para acercarse a Kaveh con el propósito de tener una conversación como personas normales. Ya estando lo suficientemente cerca suyo, ciertos pensamientos comenzaron incar en su característica "racionalidad".

El chico de ojos rubíes se quejaba del mal gusto de Al Haitham con la decoración, al observar un cuadro nuevo que había comprado recientemente, pero el escriba estaba muy absorto en sus pensamientos como para escucharlo. El índice se levantó, mientras aquellos ojos sin duda algo fríos y estoicos no se movían de la espalda del arquitecto. Su dedo levemente se acercó a aquella abertura, deslizandolo con descaro por su piel. Al ver como sus palabras cesaron en una pequeña queja y se encogió de hombros, volvió a la realidad de forma brusca, mientras un escalofrío recorrió su espina de principio a fin. Quedó frío, y antes de que el chico pudiera reclamar, se dió la vuelta.

Tengo algunas cosas que terminar. ─ fue lo único que salió de la boca del escriba antes de que el mismo se diera la vuelta, caminando a su habitación, dejando al arquitecto con dudas.

Juraba haber visto sus orejas rojas hace un momento, pero lo tomó por una alucinación ante la lejana posibilidad de algo así.

Por la arconte dendro, ¿qué? ─ Kaveh no entendía lo que había sucedido, pero como siempre, a veces era mejor no saber nada de lo que pasaba por la cabeza de ese hombre.

Bᥲᥴk h᥆ᥣᥱ ᥲᥒd h᥆r꧑᥆ᥒᥱ᥉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora