𝟬𝟳

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Objetos caían y rodaban por un escritorio, mientas el hombre de lacias hebras rubias se dejaba devorar los labios sobre él. Intentaba mantener las cosas frágiles en pie, pero a los segundos caían devuelta. Estos hábitos se habían vuelto costumbre, especialmente por parte del escriba, sus manos que siempre se dedicaban al papeleo, se paseaban por la avispada cintura de Kaveh. El hombre de rubíes mantenía sus piernas alrededor de sus caderas, atrayendolo de forma constante, mientras sus dedos se enredaban en los grisáceos cabellos de Al Haitham. Igual, no pasaron muchos minutos para que el rubio lo apartara de forma abrupta.

Suficiente, puede entrar alguien.. ─ susurró. Su ceño estaba ligeramente fruncido, mientras su mano libre agarraba un jarrón al borde del escritorio, acomodándolo posteriormente.

El hombre de ojos verdosos lo miró, aceptando sin reprochar, bueno, no del todo. Su rostro se mantenía indiferente, pero ante la perspectiva de Kaveh, había algo extraño en él. A este punto el mismo ya se hubiese ido, Haitham no era de mantener el contacto físico por tiempo prolongado, pero esta vez se aferraba a su cintura. Incluso con una expresión tan indescifrable, parecía.. nervioso.

¿Está.. todo bien? ─ preguntó con ligera inseguridad. Siempre que le cuestionaba algo al escriba, tendía a ser un repugnante, fácilmente podían salir discutiendo, de nuevo.

Cuando vió que Al Haitham negó, no pudo evitar sentirse intrigado y hasta un poco preocupado. Con la vista lo examinó, buscando algo que le pudiese estar haciendo mal, hasta que notó su erección. El silencio fue mortal, ni una palabra salió de la boca de alguno, hasta un par de minutos después. Le sorprendía en sobremanera que alguien tan renombrado tuviese erecciones con pocos besitos, y esas ropas tan ajustadas no ayudaban para nada a disimular. Si alguien entraba a su oficina a buscarlo, siquiera podía cubrir eso.

Ahem.. si quieres, te puedo dejar solo, para que hagas lo que tengas que hacer. ─ propuso Kaveh, no estaba del todo familiarizado con ese tipo de situaciones, pero si se sinceraba consigo mismo, no le causaba ninguna molestia.

Al Haitham lo pensó unos segundos, para después quitarse sus auriculares y ponerlos en Kaveh, activándolos. Desde ese segundo es como si el mundo se hubiese cerrado para el rubio. Ante la mirada de confusión de su compañero, el peligris solo pronunció unas breves palabras.

Volteate, no tardo.se hizo a un lado para que Kaveh pudiera moverse con libertad.

Kaveh asintió, caminando hasta una silla. Sentándose en silencio. Trataba de asimilar el hecho de estar presente mientras él hacía ese tipo de cosas.

...

'No tardo' era posiblemente la mentira más grande que había escuchado. Llevaba un buen rato en ello. Ya le comenzaba a molestar tanto silencio. Cabe destacar que tenía la tentación de voltearse, mirar, escuchar, pero tampoco quería atentar contra la privacidad del escriba. Su pie hacía un constante 'tap' en el suelo, se estaba poniendo ansioso. Jugaba con sus pulgares mientras tenía todo un conflicto mental sobre si echarle un ojito o no.

Al cabo de unos minutos, no pudo evitar poner su rojiza mirada en el escriba, llevándose una pequeña sorpresita. En efecto, aún se estaba masturbando, de pie, sosteniéndose del escritorio, parecía tener problemas para 'terminar'. Sintió como una ráfaga de mil mariposas corrió por su estómago, ahora se sentía como un pervertido. En sus ojos se podía notar la desesperación de querer acabar con ello. Kaveh quería ayudarlo, pero atreverse era un paso muy drástico.

Al cabo de unos minutos, pudo levantarse de aquella silla, quitándose los auriculares y poniéndolos a un lado. Sabía que el escriba lo observaba, pero de todas formas, se aproximó hacia él. Sus manos temblaban y no estaba del todo seguro si aquello era una buena idea, pero se arrodilló en frente suyo, dispuesto. Los ojos de Al Haitham se agrandaron un poco, como si estuviese alucinando lo que veía.

No creo que quieras hacer eso.  acercó su mano hacia su rostro, tratando de convencer a Kaveh de no tomar decisiones de las que se podía arrepentir más tarde, pero lo único que recibió fue una pequeña bofetada en su mano, seguido de quizá, la imagen más erótica que tenía del arquitecto hasta el momento, él llevándo su miembro a la boca.

Siquiera podía describir lo bien que se sentía el calor alrededor de su masculinidad, lo hacía querer estremecerse pero mantenía su compostura. El hombre de rubíes pensaba en cómo había acabado en esto, solo había venido a pedir fondos para Ksharewar por decimoquinta vez, pero las cosas se habían descarrilado, como sucedía últimamente cuando compartía con Al Haitham. Su cuerpo aumentaba en temperatura conforme su lengua se deslizaba por todo el falo.

El escriba recogió los dorados cabellos de Kaveh para que no estorbaran en su rostro, cuando conectó con los fieros rubíes que emanaban deseo, no pudo evitar tener escalofríos. Con los minutos había agarrado velocidad, su cabeza se movía de atrás hacia adelante en un vaivén, aunque experimentaba arcadas con frecuencia. Hacer que Al Haitham suspire de esa forma lo hacía sentir extraño, pero increíble al mismo tiempo. Su abdomen se contraía y el miembro palpitaba, dando la señal para sacarlo de su boca. Usando la misma saliva como lubricante para pasar su dedo rápidamente por su glande, culminando en un clímax que le hizo arañar la madera del escritorio.

...

Luego.. Al Haitham despertó. Había sucedido de nuevo, otro sueño de esos que lo hacía enloquecer. Se había sentido tan real que su entrepierna palpitaba, buscando atención urgente.

Bᥲᥴk h᥆ᥣᥱ ᥲᥒd h᥆r꧑᥆ᥒᥱ᥉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora