𝟬𝟯𝟬 - Final.

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Ambos hombres caminaban en la fría noche de Sumeru. Como siempre, uno platicaba y el otro se limitaba a escuchar y dar cortas respuestas. Cuando se separaban por muchos días, el rubio siempre tenía cosas para contarle, clientes insoportables, el zorro comiéndose la alfombra, entre otras cosas.

Quería que él se quedara en su casa por más tiempo, o hasta permanentemente. Verlo despertar por las mañanas era una sensación que sin duda se volvía cada vez más escasa, pero tampoco iba a ser egoísta como para retenerlo y no dejarlo progresar.

─ Todos son unos desconsiderados, egoístas, con complejo de superioridad. ─ le explicaba lo aborrecedor que podía llegar ser su trabajo cuando un cliente quisquilloso y caprichoso no se conformaba con nada. Sus manos hacían gestos exagerados, como si le estuviese hablando al aire en lugar de Al Haitham. ─ ¿Mandarme a hacer el mismo plano tres veces seguidas? ─ pausa, con una queja añadida. ─ ¿Quién se cree que es?

─ Mhm. ─ soltó un sonido de afirmación, dió a entender que lo oía, pero en realidad no prestaba mucha atención.

─ Pero eso es mejor que nada en realidad.. últimamente no he recibido muchas peticiones.

─ Puedo ser uno.

─ ¿Un qué?

─ Uno de tus clientes.

Ante ello, Kaveh soltó una carcajada. Le parecía puro sarcasmo, y estaba casi seguro de que lo era.

─ ¿Quieres una casa para tus libros? ─ preguntó con poca seriedad. ─ Ya tienes un lugar bastante estable para tí, no veo razón para tener otra propiedad acaparando el espacio de la ciudad. ─ mencionó, con toda la intención de que fuese un insulto. ─ Aunque la decoración es tan horrible que yo también quisiera hacerme otra casa desde cero. ─ espetó.

─ No solo sería para mí. ─ Kaveh se dió cuenta que Al Haitham hablaba con seriedad respecto a ser su cliente.

─ ...

─ ...

─ Al Haitham.

─ Olvídalo.

─ ¿Me estás pidiendo que diseñe una casa para los dos? ─ preguntó, ya se podía notar un destello de ilusión en su voz.

─ No. ─ respondió rápidamente.

Ninguno menciono algo, por alguna razón no continuaron la conversación, aunque querían hacerlo.

Luego de un largo rato de caminar, los rubíes del mayor se expandieron al notar el palacio Alcazarzaray a lejos. Sus pies dejaron de moverse, y solo se quedo ahí parado, observando el lugar. Siempre que acababa ahí, muchas emociones venían, no eran malas, tampoco buenas, solo reflejaban sus múltiples experiencias. Muchas veces volvía al punto donde estaba de pie en ese mismo instante, antes era a propósito, ahora lo hacía de forma inconsciente.

Sin pensarlo dos veces, se sentó. Dejó al escriba decidir si quería irse, no lo iba a obligar a observar una edificación en medio de la noche, hasta se sorprendió un poco cuando el contrario tomó asiento a su lado.

Bᥲᥴk h᥆ᥣᥱ ᥲᥒd h᥆r꧑᥆ᥒᥱ᥉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora