𝟬𝟭𝟳

2.4K 279 118
                                    

Los suspiros y jadeos chocaban entre las cuatro paredes de una habitación, hechos por dos hombres durante un sexo mañanero. Eran tan solo las cinco de la madrugada cuando el rubio saltaba como fiera sobre el miembro del escriba, arrancándole los gruñidos de la garganta. El mismo clavaba sus uñas en el colchón, dejándose someter de tal forma. Si dijera que odiaba ser dominado así, sería una vil mentira, digna de un castigo.

Pocas veces tomaba la iniciativa, Kaveh había irrumpido en su habitación deseoso y él no se iba a negar. Intentaba mantenerse erguido pero su espalda se arqueaba con constancia, pues su cuerpo reaccionaba ante lo brusco que se movía el contrario sobre él, se podía decir que era un tanto sensible en ese aspecto. Una de sus manos reposó en su muslo, dejando un trazo rosado de sus uñas en su piel, lo estaba volviendo loco.

─ Mierda.. ¡Mierda! ─ ese sujeto tan vocal se desbarataba a gemidos por culpa del placer, el sudor mantenía su piel brillante. Sus manos ahora juguetonas recorrían el pecho del escriba, acariciando con descaro los pectorales contrarios y hasta apretando como si de una masa se tratase. ─ Solo dilo, una sola vez, maldita sea. ─ demandó.

El de cabello gris guardó silencio por unos segundos, antes de cumplir con la caprichosa petición del arquitecto, eso que le llevaba pidiendo desde el mero inicio.

─ Kaveh.. Ka..veh. ─ jadeó varias veces su nombre con voz áspera, luchando por callar los suspiros que escapaban bruscamente de su garganta. ─ Joder, Kaveh. ─ eso último salió en forma de gruñido, el escriba estaba siendo llevado al otro extremo y dudaba poder aguantar más.

Eso solo fue un pequeño detonante para ese rubio que estaba al mando, los movimientos arriba suyo fueron algo más agresivos, empujándolo al borde del orgasmo, ni de broma resistía un minuto más. Los gemidos, suspiros y la hermosa vista que tenía del mayor tan frenético para complacerse, fueron el pequeño grano de arena que acabó de hacerlo llegar a al límite, liberando todo dentro de esa cárcel de látex.

La cantidad obscenidades que se guardaba para sí mismo escaparon de sus labios tras un clímax como ese, su mente quedó totalmente en blanco. El rubio acabó junto con él, inundando ese pequeño espacio cerrado con los más sucios insultos. A los segundos frenaron todas las revoluciones, dejando ambos individuos agitados y perdidos en el rastro de la sensación. Kaveh levantó un poco sus caderas, sacando el ahora sensible miembro de su interior, desplomándose en su regazo.

Podía quedarse ahí toda una eternidad, pero tenía muy en cuenta que el escriba tenía que irse a la Akademiya en menos de dos horas.

...

Ambos discutían como si no se hubiesen dado un revolcón hace menos de diez minutos, como la mayoría de veces, sobre una estupidez. Era hasta increíble la forma en la que un momento cogían como animales y al otro llovían los insultos.

─ Me voy a bañar primero.. porque esta es mi casa. ─ espetó el escriba, reacio a salirse del baño.

─ ¿Y? yo entré primero. Ahora largo, largo. No te quiero tener acá observándome. ─ lo apuntó con su índice de forma recriminatoria, mientras en su expresivo rostro se veía fastidio.

─ ¿Tienes mora para quedarte en un hotel? porque estás buscando quedarte afuera. ─ no hablaba en serio, pero su expresión insípida no daba mucho que decir.

─ ¿Me estás echando? ─ en efecto, se ofendió. ─ En definitiva, me estás echando. ─ pareció ofenderse incluso más.

El de ojos verdosos no dijo nada más, tomando la mano de Kaveh, llevándolo hacia la bañera casi a rastras. Si ninguno planeaba salirse, pues se bañaban juntos. Entró a ese pequeño cubículo, sin soltar al rubio, así no tendría otra opción además de acceder a bañarse con él, lo que al final, si pasó.

Podía notar el leve color que habían ganado sus lóbulos, el arquitecto parecía estar avergonzado. No comprendía la razón, pues ambos se habían visto todo en varias ocasiones. Aunque, si lo pensaba bien, ver su cuerpo cuando no estaba cegado del placer era una sensación un tanto.. bonita, siquiera lo podía explicar a sí mismo. El escriba abrió la llave, dejando que el agua los recorriera.

─ Está helada. ─ murmuró, buscando distraer a Al Haitham, pues podía sentir sus ojos recorrer cada centímetro de su cuerpo. No le molestaba, o no del todo. Le era agradable tener su atención, pero al mismo tiempo tenía algo de miedo, miedo de que notara algún defecto, o ahora que no estaba distraído, se fijase bien y notara algo que no fuese de su agrado.

Lo que no sabía el de rubíes es que ese hombre un poco menor que él, lo admiraba, como tremenda obra de arte sacada de algún museo histórico. Todo de él le estaba siendo encantador, lo que era considerado un defecto y lo que no, siquiera podía diferenciar lo que era un defecto del todo, pues Kaveh le parecía sumamente perfecto, a sus ojos lo era.

Cada mínimo detalle de él, lo grababa en su memoria, desde su cabello rubio ahora mojado, cayendo por sus hombros. Las pecas esparcidas por su cuerpo que cuando se distraía, inconscientemente las comparaba con pequeñas estrellitas marrones, algunos lunares en su cuello, todo llamaba su atención.

Kaveh sintió escalofríos cuando las manos del escriba lo recorrieron, pero.. no era de una forma sexual, más bien delicada, lo estaba limpiando. No protestó, pues tampoco se sentía incómodo, más bien, eso aumentó ligeramente su autoestima. El cuerpo contrario se apegó un poco más al suyo, acunando su rostro en el espacio entre su hombro y su cuello, maldecía estarle dando la espalda, de seguro su rostro se veía precioso empapado, aunque por otro lado, tampoco quería darle la cara, sabía que se iba a morir de la vergüenza.

...

Al Haitham se ponía su característica capa, listo para irse y cumplir con otro día de trabajo. Su brillante visión colgando de su hombro y.. le hacían falta sus auriculares, pero aún no conseguía arreglar los mismos. Justo cuando estaba por irse, una mano en su hombro lo detuvo, para cuando se volteó, encontrarse con el arquitecto, traía una ligera sonrisa, como si tuviera un plan.

No pudo hacer mucho cuando el contrario atrajo su rostro, comenzando a trazar ese delineado rojizo que siempre traía, pero que en esta ocasión olvidó. Sintió su rostro arder, arder y mucho, mientras su corazón se saltó varios latidos.

"Creo que tu vida sería más fácil si te hicieras esa pregunta a tí en vez de a mí."

Ya de nada servía darle más vueltas al asunto, definitivamente, se había enamorado del tipo que invadió su casa. Ahora solo le quedaba pensar sobre que hacer al respecto, alguien a quien le cuesta expresarse, un idiota al que primero se lo comía la tierra antes poder formular un 'te quiero' sin caerse a pedazos.

Bᥲᥴk h᥆ᥣᥱ ᥲᥒd h᥆r꧑᥆ᥒᥱ᥉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora