Capítulo 6

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/Freedom/

৳Aiko Fujimori.

—Nos veremos la próxima semana, Hanako. Recuerda lo que hemos hablado sobre las pautas a seguir para calmar nuestra respiración.

La nombrada asintió para, acto seguido, abandonar la habitación en silencio. Miré el reloj angustiada.

Las 14:00 p.m.

Mi jornada había terminado, y era hora de volver a casa. No. Era hora de volver a casa de Ran. Y probablemente no saldría de allí con vida. Sin embargo, sabía que era inevitable. Cuando decidí desobedecer a Ran sin antes consultarlo, en parte, firmé mi sentencia de muerte. O de lesiones graves, porque ilesa no saldría de esta.

Mientras recogía mis cosas, miles de pensamientos comenzaron a rondar mi mente, haciendo que mi agobio aumentara cada vez más. Pensamientos como: ¿Qué pasará exactamente en cuanto cruce la puerta de la casa del Haitani? ¿Me matará de un golpe seco, o alargará mi tortura?

Sinceramente, me daba igual si me mataba. Total, en algún momento tendría que llegar mi hora. Aunque yo me lo imaginaba de viejita, sentada en mi sofá y mirando a la nada.

—Bueno, Aiko, es hora de pagar las consecuencias de tus actos.

Tomé una bocanada de aire seguido de caminar hacia la salida del edificio a un paso apresurado. Ni siquiera me detuve a despedir al portero del edificio, como solía hacer siempre.

En un movimiento rápido, saqué las llaves del vehículo de mi bolsillo, dirigiéndome a donde este estaba aparcado.

Ya dentro del coche me permití el lujo de respirar con más calma. No diría que estaba aterrada porque, en verdad, no lo estaba. Simplemente me sentía nerviosa, pero no hasta el punto de temblar. Como dije antes, me daba exactamente igual lo que el peliborgoña tuviera preparado para mí, ni en lo más mínimo.

"Lo único en lo que ambos nos parecemos es en nuestra indiferencia a nuestros actos, y al mundo en general."

Volví a fijar la vista en el tiempo transcurrido. No sé porqué lo hacía. Supongo que era una manera de tranquilizarme, o un intento en vano de sentir que tenía el control de la situación.

14:13 p.m.

—Al carajo todo, si voy a morir, que se sepa que nunca fui una cobarde.— me dije a mi misma, sintiendo mi corazón latir con demasiada rapidez, para arrancar el auto y comenzar mi travesía de vuelta a Roppongi.

Después de 10 minutos de conducción, la calma comenzaba a hacer efecto en mi cuerpo y, sobretodo, respiración. Una pena que la calma siempre venga antes de la tormenta.

Y esa tormenta se manifestó a modo de un pitido molesto saliendo del interior de mi maletín. Yo ya sabía qué era lo que provocaba el sonido. Al igual que también sabía que, en estos diez minutos de conducción, un auto estuvo siguiéndome de manera disimulada pero notorio para mi vista.

Y lo peor es que reconocía ese auto. Sería imposible para mí no reconocer ese Lamborghini Urus S color niebla que robaba las miradas de todos los transeúntes.

Mientras que ellos observaban ese lujoso auto con admiración y envidia, yo lo hacía con el corazón en la mano causada por el nerviosismo.

"Era uno de los autos de Ran."

₮Ran Haitani.

"Ya se dió cuenta que estoy detrás suya."

Sonreía de lado al imaginarme que tan nerviosa se debería de sentir ahora mismo. Aunque su rostro, con una expresión de pánico reflejado desde su retrovisor, ya lo decía todo, técnicamente.

𝘏𝘢𝘮𝘦𝘵𝘴𝘶 |  •𝘙𝘢𝘯 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪 (HIATUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora