Extra de Navidad

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Hoy era el día, hoy iba a ser un gran día. Hoy es Navidad.

Hacía años que extrañaba sentir la Navidad como la sentía cuando apenas tenía uso de razón. Los chicos fueron quienes consiguieron que esa inocencia, y esa ilusión de vivir el día de Navidad volviese a mí.

Un pequeño cosquilleo me recorrió el vientre y tras ellos una leve risa me despertó. Entre abrí los ojos, topándome con sus ojos verdes.

—Feliz Navidad estrellita— susurró depositando otro tierno beso sobre mi piel.

—Feliz Navidad— dije mientras me incorporaba para darle un dulze beso en los labios.

—Navidad, Navidad dulce Navidad...—

La puerta de mi pequeño apartamento fue abierta de par en par y los cánticos de Izan y Leo resonaron por todo el lugar.

—No puede ser— se quejó Eric hundiéndose en la curva de mi cuello.

Dejé un beso en su frente y me separé de él, dejé de remolonear y me levanté de la cama. Las pequeñas baldosas del suelo parecían hielo bajo mis pies descalzos. Me apresuré a calzarme con las zapatillas para volve a entrar en calor.

Salí de la habitación cerrando la puerta tras de mí, por si Eric decidía seguir durmiendo, para así, los locos de nuestros amigos no lo molestasen.

—Buenos días— saludó Seth con un montón de bolsas repletas de bolas de cristal decorativas para un árbol de navidad

—¿Pero qué...?— murmuré al ver como todos iban entrando con bolsas y cajas en las manos.

—Paso que voy— dijo Dylan entrando con un abeto en los brazos.

—Estáis locos—

—Hermanita, buenos días— canturreó Jake.

Me podía esperar cualquier cosa de ellos, y la verdad era que no me sorprendía que apareciesen en mi apartamento, sin avisar y con un gran árbol de Navidad y bolsas con decoraciones.

—Es nuestra primera navidad juntos, rubia— dijo Austin emocionado.

—Austin, creía que tú eras quien evitaba que estos locos hiciesen estas locuras—

—Supongo que es la magia de la Navidad—

—Dios mio—

Dylan instaló el árbol junto al pequeño mueble de madera, dónde se encontraba el televisor y algunos marcos con fotos, en las que salíamos todos y la más especial, en la que salía Eric conmigo.

Sonreí de oreja a oreja y le eché otro vistazo al abeto. Porque si de algo había aprendido este último año, era que la vida está llena de locuras y para vivir tienes cometerlas.

Eric apareció gruñendo al ver todas las personas que habían interrumpido nuestra privacidad.

—Feliz Navidad gruñoncete— le dijo Seth acercándose a él dándole palmaditas en la espalda.

—Cállate—

—Este año te vamos a disfrazar de el Grinch— propuso Izan.

—A lo mejor acabas tú de reno—  todos empezaron a reírse menos Izan, que nos miraba sin entender nada. A veces eran tan inocentes..

—¿Ehh...? No lo he entendido—

—Es mejor que no lo entiendas amigo—  le respondió Seth dándole palmaditas en la espalda en forma de apoyo.

Me acerqué a una de las bolsas que habían traido y saqué una caja con tres ángeles de suaves alas que colgaban de un hilo dorado. Contemplé el árbol durante unos minutos, decidiendo cúal era el mejor lugar para colocarlos. Los puse en la parte de arriba, muy cerca de donde iría la estrella.

Asutin, Jake y yo, fuimos colocando bolas rojas en las puntas de las ramas; Dylan y Seth se dedicaron a colgar los bastones de caramelos en la parte de abajo. Di unos pasos atrás para comprobar el resultado e inspiré hondo, con el pecho apretado por una emoción que me desbordaba.

Izan fue decorando la pared del salón con espumillones. Me parecía algo sorprendente que aún no la hubiesen liado.

—Upss. Lo siento Ari— dijo Leo apareciendo con el pomo de la puerta de la cocina en la mano.

Olvidad lo que acabo de decir.

—Voy a prohibiros la entrada al apartamento de mi novia—

Era feliz. Lo que sentía no podía ser otra cosa. Vivía en un apartamento precioso donde la mayoría del tiempo estaba acompañada por Eric, con una persona que me quería de verdad y ahora tenía el mejor árbol de Navidad.

No pude contener la sonrisa cuando Eric se acercó a mí con la estrella del árbol en la mano. Era preciosa con brillantes tonos plateados.

Su sonrisa era maliciosa y a la vez coqueta. Llevábamos varios meses juntos y seguía poniéndome tan nerviosa como el primer día.

—Ya sabes que eres la única estrella en mi vida, pero, ¿me haces el honor de ayudarme a colocar la estrella en el árbol?—

Asentí sin poder deshacerme del rubor en mis mejillas y de la sonrisa en mis labios.

—Creo que voy a llorar— dijo Leo fingiendo llorar.

Eric se fué acercando a mí, cuando estuvimos frente a frente me sonrió, entrelazó nuestras manos y juntos colocamos las brillante estrella en la copa del árbol.

Parecía una tontería, parecía que ilusionarte por colocar una estrella en un árbol de Navidad era simple, algo sin importancia. Puede que para algunos lo sea, en mi caso yo soy afortunada. Por que los tengo a ellos. Todos nos deberíamos de sentir orgullosos de quienes nos rodean y de quienes nos aman, y cuando disfrutas de esos pequeños momentos con ellos, es cuando hayas la auténtica felicidad.

Cuando la estrella estuvo colocada en su lugar, donde hacía resaltar el árbol con su brillo. Me lancé a lo brazos de Eric,  quien con sus hermosos ojos buscaban los míos. Sus brazos me rodearon la cintura y su cara la enterró en el hueco de mi cuello.

Sentí vergüenza al recordar de que no estábamos solos, que habían seis chicos; uno de ellos mi hermano. Quienes nos veían con ternura y silbaban y aplaudían como si de una obra de teatro se tratase.

Eric pareció percatarse de la vergüenza que comenzaba a sentir, ya que ví como fulminaba con la mirada a cada uno de ellos mandándolos a callar.

Y es que, en este tiempo juntos pude llegar a conocer facetas de él que nunca pensé que tendría. Atento, cariños, alegre. Sí, he dicho alegre.

En la vida cometemos muchos errores, el mío fue juzgar sin conocer.

El mundo da muchas vueltas, quien un día es tu enemigo, al día siguiente ocurre algo que lo cambia todo y se vuelve tu amigo.

Las estrellas siempre deben estar juntas para poder brillar más.
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¡Feliz año!

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