Lina: El Parto.

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Han pasado tres meses desde que inició el año, ya me encuentro en el último mes de mi embarazo. Y en la última semana del mes. Solo estoy a la espera para que mi hija haga su gran aparición. Desde hace un mes estoy en la casa de Tristan sin poder salir por mi avanzado embarazo. Mi madre me ha prohibido salir apoyada por mi senescal. Él me ha puesto al tanto de los asuntos de mi reino, Tristan me permite usar su oficina para que yo pueda trabajar a gusto. Me la paso allí más que todo realizando trabajo administrativo y escribiendo cartas a mis distintos príncipes submarinos.

 Tristan había querido hablar con mi padre formalmente sobre nuestra relación. Él quería hacer bien las cosas, pero creo que fue perjudicial para él. Desde que habló con mi padre hace un mes y medio, ha estado de mal humor. Trabaja hasta tarde, no habla demasiado solo para decir un par de frases. Conozco a mi padre lo suficiente como para saber lo que le dijo. Tristan ha estado en conversaciones con el señor Meyer y la señorita Hoffman sobre las alianzas comerciales y miliares de sus respectivos planetas. Él me comenta sus planes y me dice que podría actuar para el verano de este año.

 Salgo de la oficina de Tristan, me siento un poco cansada. Según el reloj, apenas son las tres de la tarde, pero todavía está un poco oscuro. Dicen que para el mes siguiente aparece el sol a iluminar al planeta. Subo con cuidado hasta llegar al piso de arriba, siento otra vez las contracciones; es horrible porque se siente que estuvieran doblando tu estómago en varios nudos y no encuentras la forma de desenredarlo. Mis damas me sostienen angustiadas.

—Mi señora ¿quiere que llamemos a su madre? —pregunta Estela.

—Solo es una contracción —digo mordiéndome el labio—. No la preocupes.

 Pero vuelve a atacar. Y esta vez sí accedo a que llamen a mi madre. El guardia que nos escolta, corre a invocar a mi madre, mis damas me llevan a mi cuarto y empiezan a quitarme las gruesas telas de mi vestido, solo me dejan en un camisón. Mi vientre abultado es notable y ya solo quiero que salgo mi hija de mí.

—También llamen a Tristan, quiero que esté aquí —me sostengo en una silla mientras que respiro profundo. Otra vez vuelve la contracción y esta vez es más fuerte, chillo del dolor. Siento humedad entre mis piernas, tengo a Estela arrodillada y separando mis piernas.

—Mi señora, rompió fuente —habla preocupada—. Vamos a hacer lo siguiente mientras que su madre llega. Le voy a pedir que empiece a pujar.

 Asiento aterrada. Empiezo a hacer lo que me pide, pujo con todas mis fuerzas.

—Puedo ver la cabeza, mi señora. Otra vez —me anima Estela. Vuelvo a pujar y siento como voy perdiendo fuerzas. Esto duele mucho. Escucho que abren la puerta abruptamente y mi madre entra con dos de sus sacerdotisas acompañados por Taurus.

—Ya empezó el trabajo de parto y la cabeza de la bebé ya se puede ver —habla Estela apartándose de mí. Mi madre toma su lugar y las sacerdotisas empiezan a preparar las cosas para que mi madre pueda trabajar tranquila.

—Muy bien pequeña, ya has hecho una buena parte del trabajo, pero necesito que sigas pujando —ella habla arrodillada separando aún más mis piernas. Hago una mueca y niego con la cabeza—. Sé que es doloroso, Lina. Pero necesito que sigas pujando.

 Taurus entra en la habitación y me toma de la mano.

—Yo sé que tú puedes —él me mira comprensivo.

 Tomo una buena bocanada de aire y vuelvo a pujar. Grito de dolor, mi madre me sigue animando.

—Lina —escucho la voz de Tristan, escucho sus pasos acercándose. Él llega y se pone a mi derecha y Taurus a mi izquierda—. Ya estoy aquí ¿sí?

El Imperio En Llamas (IV libro de la saga Dioses Universales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora