𝐋𝐎𝐕𝐄𝐒 | 𝐂𝐡𝐚𝐢𝐧𝐬𝐚𝐰 𝐌𝐚𝐧

𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐢𝐭 𝐢𝐟 𝐰𝐞 𝐦𝐚𝐝𝐞 𝐢𝐭/ 𝙆𝙞𝙨𝙝𝙞𝙗𝙚

𝟏 ︱ La confesión

"Me gustas."

Estás sentado junto a él en el silencio de una sala de reuniones cuando lo sueltas. Está encorvado sobre la amplia mesa, golpeando la superficie con los dedos, le queda un cabello de paciencia. Cuando te escucha, sus dedos se detienen. Entonces se vuelve hacia ti. "¿Por qué?"

Mantiene su expresión laxa. Lo ha notado a través de tus gestos: tu hábito de pasar tu brazo alrededor del suyo mientras caminas, tu acto común de sentarte demasiado cerca de él (como lo estás ahora). Siempre él y nadie más.

"Solo soy un anciano. Eres una jovencita encantadora" Él añade.
"Date algo de crédito, viejo", le dices, mirándolo casualmente, apoyando la mejilla en la palma de tu mano. "Claro, eres tosco en los bordes, pero me gusta eso de ti".

Siempre pensó que tu afecto era platónico, un joven cazador de demonios adorando a su mayor mayor. No necesariamente ayudó, si había alguien que sabía mejor lo que les pasaba a los buenos, era él.
Sin embargo, está seguro de que no te pedirá que te detengas pronto.

"¿Qué dices?" Tu preguntas

"Yo digo que estás loca", responde.

"¿Es eso un no?"

Él delibera mientras te mira. "No Me gusta la locura."

Intrigada por su respuesta, alcanzas su cicatriz, rozándola con las yemas de tus dedos. Su fina barba te rasca la palma de la mano. Su mirada fija te dice que está esperando un movimiento.

El espacio entre ustedes retrocede hasta que sus labios se tocan.
Conoces el sabor de los cigarrillos de whisky y mentolados, pero no cuando salen de su boca. No cuando estaba escrito sobre ellos.
Saben mejor así.

Cuando Makima entra, te acomodas cómodamente en su regazo y tu lápiz de labios mancha las comisuras de su boca. Ambos volteáis hacia ella alarmados, los rostros de dos personas captados.

"¿Qué es esto?" ella sonríe, luego se vuelve hacia ti. "Estoy sorprendida. Nunca me pareció del tipo antiguo.

𝟐 ︱ La vida

Cuando Kishibe estaba solo, llegaba a casa tarde en la noche para emborracharse o dormir su embriaguez. Su apartamento estaba vacío tanto si él estaba en él como si no; cada espacio parecía frío y hueco, sin nada que valiera la pena. Se negó a quedarse por largos períodos de tiempo.

Ahora es una cómoda repleta de productos de maquillaje, un armario con sujetadores y bragas de color nude y un desagüe del baño obstruido con cabello.

También hay camisas abotonadas de tamaños contrastantes en la lavadora, zapatos de vestir grandes y pequeños en el genkan, y el lado vacío de la cama agradablemente lleno.

Nunca se ha sentido más cálido en su casa.

"Come tu fruta, viejo", te inclinas sobre el sillón en el que se sienta con un plato de manzanas en rodajas en la mano. Le ofreces una sonrisa afable junto con ella.

Sus ojos reflejan los movimientos de lo que está en la televisión mientras acepta el plato. "No creo que debas seguir llamándome 'viejo'"

Te sientas en uno de los apoyabrazos de la silla. "¿Cómo suena 'bebé'?"

"Cualquier cosa menos eso", dice claramente, dándote la primera pieza de manzana que recoge.

Masticas ruidosamente, pronunciando en el medio, "¿Maestro?"

"Ya no eres mi alumna"

"¿Kishibe?"

"Ese es solo mi nombre".