Michelle Stark es una chica ruda pero a veces aniñada, pero al encontrarse con el multimillonario Cole Sprouse tendrá que cambiar la rudesa por ternura y ser solo la pequeña de daddy.
Pero no todo será perfecto, tendrán muchos altibajos... ¿su relac...
Se despidió y subió a su auto para luego irse, yo entré a casa...
Al entrar a casa vi que el desayuno que había preparado seguía intacto. ¿Acaso no le gustó? O tal vez... No, el si debe haber comido. Lo que sea pero sé que comió. Espero que si. Subí a mi habitación a dejar mis cosas y vestirme con algo más cómodo.
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Luego me dirigí a la oficina de Cole, tal vez esté trabajando... No era así, él no estaba allí. ¿Donde podría estar? ¿En su habitación? ¿AÚN? Subí rápidamente las escaleras y me dirigí a su habitación, y... efectivamente, él seguía allí. Me acerqué lentamente a él y me acosté a su lado abrazándolo por la espalda y apoyando mi mentón en su hombro.
— Ya estoy aquí papi... -no respondió- Necesito que despiertes... ¿Está bien?.
Empecé a besar su hombro y solo se movió, decidí besar su cuello y entonces abrió sus ojos.
— ¿Pequeña?
— Si papi... Ya llegué.
— Hola. -dijo volteándose y mirándome a los ojos-
Lo que veía me destruyó por completo, Cole tenía los ojos muy rojos e hinchados de tanto llorar, también estaba un poco ruborizado por eso. Él no estaba bien, él posiblemente no ha comido nada aún. Y ya son las cuatro de la tarde.
— ¿Que sucede nena? -preguntó ya que solo lo miré sin decir nada-
— ¿Porqué sigues durmiendo? -pregunté-
— Porque estoy cansado. No quiero pararme de la cama. ¿Está bien?
— ¿Por cuantos días?
— Semanas, tal vez.
— Semanas... -susurré para mí- ¿Y por qué no desayunaste? -reclamé valiente-
— No tenía hambre.
— Cole... desde hace un día que no comes nada, lo dejé pasar porqué creí que sabias lo que hacías pero ahora me doy cuenta de que no es así. Debes comer.
— Michelle. Ya te dije que no tengo hambre.
— Bien. Yo si. ¿Que comeremos?
— Come lo que quieras, toma mi tarjeta, sal y diviértete, yo dormiré. Buenas noches. -dijo enfadado y dándome la espalda como hoy en la mañana-
— Cole... Son las cuatro de la tarde.
— ¿Y qué?
— Olvídalo... Su-supongo que no iremos a la fiesta... ¿Cierto? -dije con mi voz entrecortada, muy triste y desanimada, a causa de eso derramé una lágrima-