Capitulo 9

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Los ojos de Valentine seguían fijos en Jace; apenas parecía advertir la presencia de la espada ante su garganta.

—¿Wayland? —rugió—. ¡No llevas sangre Wayland! Michael Wayland era un desconocido para ti...

—Lo mismo —dijo Jace con calma— que eres tú. —Agitó la espada hacia la izquierda—. Ahora muévete.

Valentine empezó a negar con la cabeza.

—Jamás. No aceptaré órdenes de un niño.

La punta de la espada le besó la garganta. Clary lo contemplaba todo con fascinado horror.

—Soy un niño muy bien adiestrado —repuso Jace—. Tú mismo me instruiste en el minucioso arte de matar. Sólo necesito mover dos dedos para rebanarte la garganta, ¿lo sabías? —Sus ojos eran duros—. Supongo que sí.

—Eres muy diestro —admitió Valentine. Su tono era displicente pero, Clary advirtió, permanecía realmente quieto. —Pero no podrías matarme. Siempre has tenido un corazón blando.

—Quizás él no podría. —Era Luke, de pie ahora, pálido y ensangrentado, pero erguido—. Pero yo podría. Y no estoy del todo seguro de que él pudiera detenerme.

Los ojos febriles de Valentine se movieron veloces hacia Luke, y regresaron a su hijo. Jace no se había vuelto al hablar Luke, sino que permanecía inmóvil como una estatua, con la espada quieta en la mano.

—Ya oyes al monstruo amenazándome, Jonathan —dijo Valentine—. ¿Te pones de su parte?

—Tiene razón —respondió él con suavidad—. No estoy totalmente seguro de que pudiera detenerle si quisiera hacerte daño. Los hombres lobos curan tan de prisa.

El labio de Valentine se crispó.

—Así pues —escupió—, al igual que tu madre, ¿prefieres a esta criatura, esta criatura medio diabólica a tu propia sangre, a tu propia familia?

Por primera vez la espada que empuñaba Jace pareció temblar.

—Me abandonaste cuando era un niño —replicó con voz mesurada—. Dejaste que pensara que estabas muerto y me enviaste lejos a vivir con desconocidos. Jamás me dijiste que tenía una madre, una hermana. Me dejaste solo.

La palabra fue un grito.

—Lo hice por ti..., para mantenerte a salvo. Y respecto a tu hermana, yo no tenía idea de que tenía una hija —protestó Valentine.

—Si te importara Jace, si te importara la sangre, no habrías matado a sus abuelos. Mataste a gente inocente —intervino Clary, enfurecida.

—¿Inocente? —soltó Valentine—. ¡Nadie es inocente en una guerra! ¡Se pusieron del lado de Jocelyn y en mi contra! ¡Ellos intentaron arrebatarme a mi hijo!

Luke soltó un suspiro sibilante.

—Sabías que ella iba a abandonarte —dijo—. ¿Sabías que iba a huir, incluso antes del Levantamiento?

—¡Por supuesto que lo sabía! —rugió Valentine.

Su gélido control se había resquebrajado, y Clary pudo ver la hirviente cólera bullendo bajo la superficie, enroscándose a los tendones de su cuello, convirtiendo sus manos en puños.

—¡Hice lo que tenía que hacer para proteger lo que era mío, y al final les di más de lo que jamás merecieron: la pira funeraria concedida sólo a los más importantes guerreros de la Clave!

—Los quemaste —declaró Clary en tono categórico.

—¡Sí! —chilló Valentine—. Los quemé.

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