Capitulo 17

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Golpeó la puerta de la celda con la punta de la estela, e intentó mantener la runa de abrir en su mente hasta que ésta apareció, negra e irregular sobre el duro metal. El electro chisporroteó al tocarlo la estela.

«Ábrete —deseó Clary—, ábrete, ábrete, ¡ÁBRETE!»

Un sonido como el de una tela al desgarrarse resonó por la sala. Clary oyó que Isabelle gritaba, al mismo tiempo que la puerta saltaba de sus goznes por completo y se desplomaba hacia el interior de la celda como un puente levadizo al descender. Clary oyó otros ruidos de metal rascando contra metal, un sonoro repiqueteo como el de un puñado de guijarros arrojados al suelo.

Se coló al interior de la celda, pisando sobre la puerta caída. Una luz mágica inundó la pequeña estancia, iluminándola como si fuese de día. Clary apenas reparó en las hileras de esposas —todas de distintos metales: oro, plata, acero y hierro— que iban soltándose de los pernos de las paredes y caían al suelo de piedra con un repiqueteo. Tenía los ojos puestos en el cuerpo desplomado del rincón; caído a poca distancia. La muñeca estaba desnuda y ensangrentada, la piel rodeada de un brazalete de feos cardenales.

Se arrodilló, dejando la estela a un lado, y lo giró con suavidad. Sí, era Jace. Tenía otro cardenal en la mejilla, y estaba muy pálido pero Clary pudo ver el veloz movimiento bajo los párpados y una vena latiéndole en la garganta. Estaba vivo. El alivio la recorrió como una oleada ardiente, deshaciendo las tirantes cuerdas de tensión que la habían mantenido de una pieza todo aquel tiempo.

La luz mágica cayó al suelo junto a ella, donde siguió resplandeciendo. Clary le apartó el cabello de la frente con una ternura que le pareció ajena; jamás había tenido hermanos o hermanas, ni siquiera un primo; nunca había tenido ocasión de vendar heridas o besar rodillas arañadas u ocuparse de nadie. Pero estaba bien sentir ese tipo de ternura hacia Jace, se dijo, reacia a apartar la mano incluso cuando los párpados de éste se agitaron bruscamente y el muchacho gimió. Era su hermano, ¿por qué no iba a importarle lo que le sucediera? Los ojos de Jace se abrieron. Las pupilas estaban enormes, dilatadas. ¿Quizás se había golpeado la cabeza? Sus ojos se clavaron en ella. Con una expresión de aturdido desconcierto.

—¿Clary? —preguntó—. ¿Qué haces aquí?

—He venido a buscarte —dijo ella, porque era la verdad. Un espasmo cruzó el rostro del muchacho.

—¿Realmente estás aquí? No estoy... No estoy muerto, ¿verdad?

—No —respondió ella, acariciándole el rostro con la mano—. Te has desmayado, eso es todo.

—Seguramente también te golpeaste la cabeza. —dijo una profunda voz detrás de Clary. Era Alec. Clary apartó a toda prisa la mano, luego se maldijo en silencio. No había estado haciendo nada malo.

—Alec... —murmuro Jace con dolor. Clary miro hacia el rostro de Jace, este ahora se encontraba arrugado, demostrando un gran sufrimiento en sus ojos. Clary frunció el entrecejo. Antes, no habia ninguna emoción en su rostro mas que el desconcierto de verla. ¿A que se debia a tan repentino cambio? Se pregunto.

Alec se arrodillo a su lado, obligándola apartarse de Jace. Clary apretó los labios, alejándose un poco más sin decir nada. Jace se incorporó penosamente hasta quedar sentado. Tenía el rostro ceniciento y la camiseta salpicada de sangre. La expresión de Alec se convirtió en una de preocupación, sin poder evitarlo coloco una de sus manos en la mejilla de Jace.

—¿Te encuentras bien? —quiso saber, inclinándose un poco más al rostro de su parabatai—. ¿Qué ha pasado? ¿Puedes recordarlo?

Jace alzó la mano para cubrir la de él.

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2023 ⏰

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