La despedida de Naila había caído como un cubo de agua fría sobre los estudiantes, todos comenzaron a dispersarse entre murmullos de decepción, aunque Adriana se quedó de pie al lado del banco que había soportado su espera. Alex y Noa tampoco se movieron.
—Se supone que las clases no terminan hasta dentro de... —Adriana miró su reloj de bolsillo, elevando las cejas—. ¿Cuatro horas? Por los dioses...
—Lo que menos pensaba tener en el Círculo era tiempo libre —murmuró Alex con sarcasmo.
Noa suspiró, y sus ojos oscuros se posaron en sus dos compañeros.
—A mi no me apetece volver a mi casa —encogió los hombros y señaló la puerta del Círculo—. ¿Conocéis algún sitio en el que no nos miren raro por estar bebiendo a estas horas?
Adriana sonrió ante la imagen; de verse como una estudiante ocupada del Círculo a beber a medio día.
—Yo no conozco la ciudad, así que me dejo llevar.
Alex levantó uno de sus dedos para llamar la atención a sus compañeras; su sonrisa abierta deseaba hablar.
—Pues yo sí que sé dónde podemos ir —Alex enarcó las cejas con un gesto de misterio—. Y no nos van a mirar nada mal.
Miró a sus dos compañeras mientras se frotaba las manos en un gesto dramático. Noa puso los ojos en blanco y comenzó a andar hacia la puerta del Círculo.
—¡Pues vamos! —les gritó.
Alex y Adriana siguieron a Noa; el verano estaba dando los últimos coletazos y estar en el exterior no era desagradable. Alex se había cruzado de brazo a su lado tras teclear un mensaje en su móvil.
—¿Así que no eres de Grad? —preguntó con curiosidad. Cuando Adriana le miró, solo vio una sonrisa amable—. Has dicho que no conoces la ciudad.
—Soy del sector de Dydis —Adriana sintió que se tensaba al hablar de su sector de origen. Alex no iba con ropa muy formal, pero sí de buena calidad. Y Noa... entrecerró los ojos al mirar su espalda, sin poder adivinarlo.
—¿Sí? Bueno, tampoco había muchas más posibilidades —se colocó la mochila a la altura de sus hombros—. Los de Uyi se interesan poco por este tipo de temas y bueno... los de Ekrado...
—Ya —Adriana apretó los labios tras aquella sílaba, culpable por tener miedo al sector de Ekrado, por verles como salvajes. Ella no estaba en la posición de juzgar.
—Pues bienvenida a Grad, entonces —Alex consiguió relajar la conversación—. Este sector también tiene lo suyo, pero seguro que lo disfrutas.
Tras recorrer las callejuelas del centro, se detuvieron delante de un edifico de ladrillo visto y de una sola planta. Sus ventanas tenían el marco desgastado, de un color verde descolorido. Adriana leyó el nombre en un susurro, moviendo los labios al ritmo del cartel, "Bartística".
—Mi pequeño secreto —dijo a modo de presentación, aunque su sonrisa se deshizo cuando Noa llegó a su altura y colgó la llamada en la que estaba, con un gesto de socarronería en sus labios—. ¿No es tan secreto?
—Cualquier artista que se precie en Grad conoce Bartística, Alex —Noa guardó el teléfono y le apretó el hombro al pasar a su lado—. Pero gracias por la intriga. Ha sido divertido.
—A mi me ha sorprendido —Adriana ocultó la sonrisa que le provocaba ver a Alex sonrojado, aunque el muchacho se repuso tras cuadrar los hombros.
Pese a que siempre había pensado que los artistas socializaban en salas diáfanas e iluminadas, la taberna era todo lo contrario; era oscura, el olor a cerveza se palpaba en el aire y en las paredes y las botellas vacías eran las únicas decoraciones de las paredes, sirviendo como lámparas para iluminar la gran barra de madera oscura. Alex se sentó en una de las mesas altas con banquetas que había a metros de la barra, y levantó la mano para llamar la atención al camarero.
ESTÁS LEYENDO
La guerra de lo invisible - el gran tallador
Teen FictionCuando Adriana recibe la carta para estudiar en el prestigioso Círculo de Arte, lo único que piensa es en su oportunidad de pisar el sector de Grad; uno de los más antiguos y pudientes, y donde vive su pareja Iván, gracias al programa militar Berek...