Capítulo 6 [Parte 1]

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A primera hora de la mañana siguiente, Tiketo salió de la dependencia del conserje con un traje de tejido ligero y un abrigo de piel blanco.

Entró en el invernadero a través del bosque poco iluminado.

De pie en el centro del invernadero, gritó.

—¡Sal, hada!

La voz de Tiketo resonó en el invernadero, se hizo eco y desapareció, para ser sustituida por una voz ronca.

—... ¿Me hablaste? Pareces un hombre adulto. ¿Para qué vas vestido así? Llevas traje y abrigo de piel.

—Este es mi traje de batalla.

—¿Todavía vas a luchar conmigo? ¿Te he pegado tanto que no has aprendido nada, idiota?

Resonó la voz, cuyo origen aún se desconocía. La voz, que no estaba visible, comentó cómo iba vestido.

No podía verlo, pero estaba en algún lugar de ese invernadero.

—Bueno. Has venido hasta aquí, así que te preguntaré. ¿Cuál es tu deseo?

—No deseo nada. No creo en ese tipo de cosas turbias, en las que dices lo que deseas y se hace realidad.

—Entonces, ¿qué haces aquí?

—Para evitar que te vuelvas loco.

Tiketo dio un pisotón en el suelo y alzó la voz.

—Fijaste temprano en la mañana como la hora para decirle al hada los deseos antes de que empezaran las clases. Luego le ordenaste a Chunta que me violara en el aula, pero te fuiste sin llevarlo a cabo. La hora a la que te fuiste coincidió con el toque de queda en la pensión. Probablemente te fuiste para evitar los severos castigos por romper el toque de queda. De lo anterior podemos deducir que tu eres uno de los estudiantes.

—Je —dijo la voz alegremente— ¿Quién crees que soy?

Tiketo se puso las manos en las caderas y afirmó con rotundidad.

—¡Tú eres, sin duda, un chico feo!

Hubo una breve pausa, y luego respondió enojado.

—¿Qué...?

—Dijiste que no te gustaba mi cara, ¿verdad? Eso significa que estás celoso. Así que eres un hombre feo, feo, feo, feo porque no ha sido bendecido con una buena apariencia.

Haniel saltó de detrás de un gran árbol y gritó.

—¡Eres un maldito idiota! ¡No te hagas ilusiones! ¡No soy feo!

Tiketo miró bruscamente a Haniel.

—Tú eres el hada, Haniel.

El hecho de que mencionara su aspecto sugería que era un hombre obsesionado y seguro de su apariencia, así que intentó adivinarlo.

Haniel se dio cuenta de que le habían tendido una trampa y su rostro bonito se contorsionó.

—... Todavía te odio con todo mi corazón.

—Curiosamente, yo también. No soy un niño, pero cuando veo a un hombre astuto como tú, me hace rabiar. ¿Por qué mataste a Joshua?

—Oh —dijo Haniel, molesto—. No me importaba Joshua, esa basura iba detrás de Elliot, el supervisor. Intentó difundir la fe de las hadas, y habló con los estudiantes que tenían problemas, e intentó ayudarles y animarles. Era inquietante. Joshua vino y me dijo: "Quiero hablar con Elliot", así que le di una visión y salió volando de aquí.

—... ¿Por qué has hecho eso?

—Porque sabía que esos dos eran cercanos. Si Joshua moría, Elliot sufriría remordimientos. No se permitiría los consejos de la gente, ¿verdad?

—Eres un delincuente —escupió Tiketo— ¿Ordenes de Salvador?

—No, no, no, fue idea mía. El colegio Evergreen está lleno de hijos de aristócratas, políticos y familias adineradas. Si conseguía controlar a los niños del futuro de Gran Bretaña, podrían controlar la sociedad británica del futuro cuando sean adultos.

—Así que planeaste utilizar el cuento de las hadas de la Escuela Evergreen para controlar psicológicamente a los alumnos.

—Así es. Convertirme en un parásito de Salvador.

—¿Parásito?

Haniel señaló la hiedra que se enroscaba alrededor de los árboles.

—Así. Plantas parásitas que viven enrollándose alrededor de grandes árboles... Soy frágil, así que necesito a alguien grande y fuerte en quien apoyarme, pero sólo un número limitado de personas puede acercarse a Salvador. Ni siquiera puedo conseguir audiencia a menos que tenga algo que darle.

—Así que quieres ser como Uriel.

Uno de los cuatro apóstoles que lo atacó antes: Uriel, un fiel seguidor que estaba tan enamorado de Salvador que arriesgó su vida por seguir sus órdenes y murió.

Cuando Tiketo mencionó su nombre, Haniel le escupió.

—¿Uriel? No me compares con ese idiotas musculoso. Sólo porque era un poco más fuerte que yo, me despreciaba y me perseguía como si fuera un bicho. Pero gracias a que lo mataste, hay un asiento vacío en los Cuatro Apóstoles. Puedo ocupar ese asiento —Haniel sonrió—. Gracias. Por venir hasta aquí para que te maten.

Dakiichi: Escuela de hojas verdes [SEGUNDA NOVELA LIGERA | ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora