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Bebé por encargo: Manual  de la cigueña para futuros padres primerizos.

Capítulo Uno.

Si la cigueña aún no ha tocado a tu puerta, dale tiempo, quizá perdió la dirección.  


Noviembre 17. 5th Park Slope- Brooklyn. NY.

Una semana para acción de gracias.

—¿Madre? ¡¿Qué haces aquí?!

La recién llegada miró con ojos críticos de pies a cabeza a la pelirroja, luego ensanchó su sonrisa como si de pronto hubiera encontrado un bono de compra en su bolso y la mantuvo; rígida, pero elegante, sin mover ni siquiera las comisuras de sus labios.

Avanzó por el pequeño recibidor del apartamento mientras la chica, aun perpleja, sostenía la puerta. Ella rodó los ojos cuando vio a su madre juzgar su sala con desdén y podía jurar que haría algún sándwich de halagos y duras verdades en cuanto abriera la boca.

Su madre dejó el bolso cuidadosamente sobre el aparador y giró sobre sus talones, juntando sus manos y haciendo notorio el reciente barniz nuevo en sus uñas rojo brillante.

—Querida, ¿Es así como piensas recibirme? Esperaba más entusiasmo de tu parte, no me has visto desde el cumpleaños de tu padre.

La mujer extendió los brazos lo suficiente para que su hija pudiera abrazarla, aunque la joven más bien sintió que su madre tenía cuerdas invisibles tirando de sus brazos, limitando sus movimientos. Aun así, fue cálida y reconfortante cuando la envolvió y la acunó contra su pecho como cuando era una niña.

—¡Mamá! ¡Claro que es bueno verte! Siento no haber podido visitarlos, el trabajo me ha mantenido un poco...ocupada.

—¿Desde febrero?— inquirió con una ceja por lo alto mientras se separaba y esta vez quitaba la chaqueta blanca que cubría ligeramente sus hombros. La joven pelirroja sonrió nerviosa.

—Qué rápido pasa el tiempo.

—Natasha, sabes que no voy a enfadarme si decides...desistir de esto y volver a casa.

—¡Oh, por favor! No vas a intentar convencerme otra vez. Sé que lo odias, pero es mío, es mí lugar, es mí dinero el que invertí en cada cosa y creo que es muy lindo.

Natasha observó a su madre borrar su sonrisa para fruncir la nariz con desapruebo y volver a sonreír en cuanto su gato atravesó la ventana para saltar directo a su sofá.

—Claro que es muy lindo, querida... aunque ni el gato soporte estar aquí, ¡Pero es tan acogedor y colorido!

«Ahí estaba el sándwich de halagos». Pensó en respuesta.

—A Louis le gusta visitar a los vecinos y tomar aire.— asintió con una mano en la cadera y labios apretados, mostrándose incómoda y acorralada por el juicio crítico de su adorable progenitora.

Amaba a su madre, pero eran como el agua y el aceite; mientras que ella le buscaba un novio que considerase decente, Natasha prefería ver una serie en su sofá en compañía de su gato después del trabajo.

—Yo también necesito aire, este lugar es una cápsula.

—Solo debo quitar un poco de cosas y ya— se encogió de hombros—...Muchas cosas, pero en fin, ¿Qué necesitas?

—¿Acaso tu madre no puede venir a verte?

—¿Por qué no tomas asiento? ¿Algo de beber?

Su madre negó, no hizo falta que Natasha la guiara hasta el sofá, aunque quizá recoger unas horas antes no habría sido mala idea si no se hubiera pasado de la hora al quedarse dormida. Sus ojos verdes casi saltaron de sus cuencas cuando Lauren Romanoff estaba por tomar asiento sobre el calcetín de su acompañante de turno.

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