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"¡Oye, Akira!"
Siempre me ha gustado cuando mi nombre siempre escapaba de tus labios.
"¿Estás bien? Escuché que te enfermaste ayer. Deberías estar descansando ahora mismo".
Cómo me cuidarías cada vez que me enfermo o si actúo raro de la nada.
"Sí, pero ahora estoy bien, Karube, no hay necesidad de preocuparse".
"Pero aun así, ¿y si te vuelve la fiebre?" Karube frunció el ceño.
Y, sinceramente, desearía que pudiéramos quedarnos así para siempre.
"Lo digo en serio, estoy bien. Ahora, vamos, hagamos nuestro trabajo". Sonreíste. Karube solo resopló antes de continuar limpiando los envases de cerveza.
"Si te enfermas de nuevo, me enfadaré contigo".
Te reíste de sus comentarios infantiles haciéndolo fruncir el ceño aún más mientras actuaba como si realmente estuviera enojado.
Nunca dejas de hacerme sonreír.
Para hacerme reír.
Para hacerme sentir amado.
Eres tan bueno haciendo que mi corazón se acelere.
"Oh, por cierto", luego se volvió hacia ti con una sonrisa en su rostro. Uno muy feliz. Y esa sola sonrisa cautivó tu mirada una vez más, hizo que tu corazón latiera como loco. "Tengo buenas noticias".
"¿Oh? Escúpelo entonces". Murmuraste, acomodando las cervezas en los lugares que les correspondían mientras tarareabas.
"Voy a proponerle matrimonio mañana".
Sin embargo, también eres bueno rompiéndolo.
"¿E-En serio?" Te sentiste débil.
"¡Sí! ¿Quieres ver el anillo? Aquí, déjame, ¿estás bien? Te ves pálida, hey, Akira". Estaba a punto de tocarte, pero lo evitaste en secreto mostrando una sonrisa.
"C-Creo que tienes razón, no debería haber ido a trabajar".
Entonces tal vez, sería capaz de prepararme y proteger mi corazón.
"¿Por qué? ¿Te está volviendo la fiebre?" El rostro de Karube estaba lleno de preocupación mientras se mordía el labio.
"S-sí, creo que es la fiebre". Te reíste. "Le preguntaré al gerente si puedo irme temprano".
Por favor, no me sigas.
Estoy tan cerca de romperme.
Duele.
"Iré contigo. Podrías desmayarte o alguna mierda-"
"Estaré bien".
Le sonreíste una última vez antes de caminar hacia la habitación del gerente. Tan pronto como llamaste, abriste la puerta y entraste.
