2. Los Carroñeros

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   Había tomado el transporte público, para ir hasta donde vivía doña Liseth, no quería llegar tarde, si algo me había enseñado mi madre, era a ser puntual, y con el tiempo eso más que una enseñanza se volvió mi filosofía, aparte de que quería llegar lo más rápido que fuera posible, en el bus me estaba volviendo loco, sabía que las personas tenían problemas siempre, a cada momento, todos siempre pasamos por dificultades de la vida, pero no me imaginaba que fuera tan fuerte el asunto.

Desde ayer que hable con doña Liseth, me empecé a concentrar en identificar que emociones eran mías y cuáles no lo eran, practique con Sofí, en el camino de regreso, era fácil una vez que sabes, que el secreto está en conocerte y aceptarte a ti mismo tal cual eres, aunque eso no evitaba que sintiera un huracán de emociones, pero era un comienzo. También practique con mi madre, yo sabía que una madre amaba a su hijo de maneras que a veces los hijos no comprendemos, pero vaya que no me imaginaba que ese amor fuera así de descomunal, explicarlo en palabras me llevaría todo el día y la verdad no poseo el tiempo, ni la palabras, aunque no creo que existan las palabras correctas para describir eso. Me acorde también que la doña había dicho que podía sentir las emociones de todos sean humanos o no, así que lo intente con Misifu, mi gato, << nota; el nombre se lo puso Sofí >> Sofí y yo lo encontramos un día que veníamos del colegio, y nos enamoramos de ese gato, blanco completamente con los ojos azules, decidimos adoptarlo, pero como a sus padres no le gustan los animales y a mi madre le encantan los gatos, decidimos que viviría conmigo. Pero bueno, en fin, pensé en practicar con las emociones y sentimientos de Misifu, pero lo único que gane fue un hambre terrible y ganas de dormir todo el día, algo no muy diferente de lo que es practicar con Sofí.

En el bus era todo peor, habían personas que estaban deprimidas a más no poder, otros estaban preocupados, la angustia estaba en cantidades industriales, habían pocos que estaban felices, pienso yo que eran quienes se levantaron con el pie derecho, y también había cierto deseo sexual en el aire, la verdad me sorprende, que el deseo sexual sea una de las emociones que más abunden entre las personas, era como un mosquito al que podías encontrar en cualquier lado, y a mi entre pierna no le hacía bien, por el hecho de que, al no controlar las emociones que me llegaban tendía siempre terminar en situaciones incomodas, era definitivo quería bajar de ese lugar, por Dios es que nadie sabe controlar sus hormonas en estos tiempo.

Me faltaba poco para llegar y como un puesto se había desocupado decidí sentarme, para poder tranquilizarme lo más que podía, me faltaban dos paradas nada más, como siete u ocho minutos, me puso mis audífonos y empecé a escuchar mi playlist que necesitaba con urgencia una actualización, lo puse en aleatorio, y lo primero que salió, fue espíritu pionero, de panda, para quienes no lo conozcan es una banda de rock alternativo, muy buena, me encantan sus canciones. Esta en especial me traía una cierta sensación de familiaridad, cerré los ojos para concentrarme en la música y no en las emociones de afuera.

Sentí un extraño calor, como si la temperatura hubiera aumenta, abrí los ojos para ver cuánto me faltaba. La expresión de mi cara tuvo que haber sido un poema dantesco, o algo así porque lo único que vi fue un gran rio de lava, en el que había brazos que descendían lentamente, me veía a mí mismo sentado en una roca, observando ese rio de lava, y como brazos, torsos, y cráneos humanos descendían siendo derretidos por la lava. Subí la mirada, para ver que más podía observar, y solo vi esa misma bola de fuego de mis sueños, pero estaba estática, como esperando algo, después pensé que tal vez era el sol, pero al mirar mejor me di cuenta que había una luz muy brillante detrás de la bola de fuego, y supe que había acertado en mi primera impresión era la misma bola de fuego de mis pesadilla, me levanté de golpe, y cuando lo hice estaba otra vez en el autobús, me faltaban dos cuadras para llegar a donde doña Liseth. Pero preferí caminar desde ese punto en adelante, pedí la parada al conductor, pagué mi pasaje, y seguí mi camino a pie.

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