4. El Cazador

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- ¿Puedo sentarme? – escuche decir a alguien, levante la mirada para saber de quién se trataba. Al verlo sonreí, la única vez que vi a este chico fue cuando salió huyendo y la culpa le carcomía el alma. Observé sus ojos marrón claros, que parecían suplicar que yo dijera que sí, pude sentir que aun la culpa lo invadía, que tema tiene la gente y la culpa sin sentido, la verdad me estaba hartando. Asentí con la cabeza, a lo que él sonrió, acomodo la silla, y acto seguido se sentó. Llamo a una mesera, pidió un mocaccino, que estuvo en la mesa en un par de minutos.

Hubo un silencio bastante incomodo, el no parecía que fuera a hablar, aunque si quería hacerlo, podía intuirlo, a veces pienso que invado la privacidad emocional de las personas, pero como diría la ranita René, luego me acuerdo de que ellos no tienen idea de lo que hago y se me pasa. Me harte de esperar a que tomara la iniciativa y solo hable, aunque no sabía que decir.

- ¿Cómo te llamas? – fue todo lo que salió de mi boca, me sentí como tarado, pero creo que es lo más adecuado cuando inicias una conversación con alguien que no conoces, aunque él y yo ya teníamos nuestro cuento.

- Tyler, pero me dicen Tai, así que por favor tomate la libertad de llamarme así. – era una chico educado, eso había que admitirlo, aunque no se parece mucho a su padre, solo por las cejas la nariz y el mentón, del resto, seguramente era a su madre a quien más se parecía. - ¿y tú?

- Leonard, pero puedes decirme Lenny.

Más silencio.

- Este...yo...quería...quería pedirte disculpas por lo que paso, la verdad no debería conducir cuando ando drogado, pero... - lo detuve.

- No tienes por qué disculparte, también fue culpa mía, yo no veía por donde iba, y tampoco debería cruzar las calles distraído, así que hagamos algo, olvidemos lo que paso y disfrutemos del café. ¿te parece? – le pregunte muy tranquilo y seguro, aun se sentía culpable. Pero con el fin de que se olvidara de eso, no importaba.

Estuvimos hablando por un buen rato, hablamos de todo un poco, me conto que él había nacido en Estados Unidos, pero sus padres vinieron aquí desde que él era apenas un bebé, eso explicaba porque su español era tan bueno, entre eso y otras cosas, nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común, era una persona bastante conversadora, y también me fije que era algo pretencioso, aunque con el físico que se gasta, hasta yo lo seria. Era un chico agradable, y me pregunte si era hetero, o por lo menos bisexual. No quise preguntar, no me gusta hacer ese tipo de preguntas, dicen que los gays tenemos un sexto sentido para detectar a otros gays, yo seguramente salí con un defecto de fábrica, porque a mi parecer no había distintivos exactos, he conocido a chicos que son muy afeminados, pero de gay no tienen ni el nombre, y chicos que son en extremo masculinos, de esos que prefieres ignorar porque solo parecen ser unos machistas cualquieras, y eran más pasivos que mi amigo la reina de solaris, un Drag Queen que había conocido en la última marcha por el orgullo a la que fui, una persona fenomenal en todos los sentidos y aspectos.

Eran casi las ocho de la noche, ya se estaba haciendo tarde, y a esta hora era difícil conseguir transporte, revisé mi billetera para asegurarme de traer suficiente efectivo, para un taxi, y en efecto aún me quedaban como veinte dólares, seguramente del centro a mi casa sería algo costoso espero que me alcance, en estos tiempos la gente se aprovecha mucho de la situación, tal vez tendría que negociar. Me levante, y me despedí de él, yo ya había pagado lo que había pedido, así que me dispuse a irme, cuando me pregunto si tenía como irme, le dije que me iría en un taxi, él me dijo que me llevaría, que a esta hora me saldría demasiado costoso un taxi, yo dude un poco, tal vez tenía miedo de que termináramos atropellando a otra persona, y con los problemas que hay ahorita en la ciudad no necesitaba a otro fantasma rondando, y haciéndome el trabajo más difícil, le dije que no, que no se preocupara, pero él insistió, y volví a sentir su culpa, por amor a Cristo, será que no puede dejar de sentir esa mal nacida culpa que me tenía al borde de un precipicio; como se habrán dado cuenta mis querido lectores, la culpa es una de las emociones más destructivas que hay, es como si uno fuera de madera y vinieran un ejército de terminas y se dieran un banquete con nosotros, aparte de que es un sentimiento irracional, que no nos deja pensar con claridad.

PSÍQUICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora