5. El Abismo

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    Anutapta había liberado a Kimaris del círculo de sal, algo en mi me dijo que eso no era bueno, y no fui el único que lo pensó, mis amigos también veían la escena que se formaba ante nosotros, Sofí apretaba los puños creo que estaba preparada p...

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Anutapta había liberado a Kimaris del círculo de sal, algo en mi me dijo que eso no era bueno, y no fui el único que lo pensó, mis amigos también veían la escena que se formaba ante nosotros, Sofí apretaba los puños creo que estaba preparada para insultar o peor aún para lanzarse contra el nephilim a quien empezaba a creer que nos había traicionado, Tai también parecía que se empezaba a enojar, porque me agarro la mano y me la apretó muy fuerte y yo hice lo mismo, el mitad ángel volteo a vernos, sonriendo como si supiera lo que estuviéramos pensando, creí que podía leernos la mente, hasta que doña Liseth hablo.

- Anutapta, lo libera para que tengan una batalla justa, no porque nos traicione. – dijo sin siquiera voltearnos a ver, entonces me percate de que Anutapta no nos miraba a nosotros, miraba a la anciana que me había estado enseñado todo sobre este nuevo e increíble mundo, que ha estado oculta ante mí toda mi vida, al escuchar esto todos nos relajamos y nos concentramos en los personajes que teníamos ante nosotros.

- Nos volvemos a ver, Anutapta, ¿Cuánto ha pasado?

- Miles de años, padre, no te veía desde que Yahveh mando el gran diluvio.

- Que tiempo aquellos, me alegro ya no estar al servicio de ese incompetente. Pero mírate ahora sirves a los humanos, que bajos as caído, hijo mío.

- El único que ha caído bajo eres tú, padre, a revelarte ante el supremo, eso tiene un castigo, y yo he venido a aplicarlo.

- Yo no obedezco a ningún supremo, además mi creador ya no tiene poder sobre mí. Pero lo años te han hecho igual que mis otros hermanos, eres un niño insolente, que se atreve a desafiarme. A mí, a su todo poderoso padre. – Ahora gritaba con ira, sus gritos sonaban como truenos – Morirás bajo el filo de mi espada.

- Solo tengo un padre, cuyo nombre mi impura boca no puede pronunciar. Y ese no eres tú. Tal vez me engendraste, pero no eres mi padre, ni cerca de ello, eres un demonio cualquiera que solo busca la destrucción de la humanidad.

- Tuviste que morir en el diluvio, me da asco de tan solo verte.

- El asqueado soy yo. Pero basta de charlas Kimaris, la hora de tu juicio ha llegado.

Dijo Anutapta, desenvainando la espada del mango dorado que llevaba a la espalda, se puso en guardia y espero a su contrincante quien aún se hallaba en su caballo. Kimaris lo observo un momento se bajó de su caballo y este se apartó de su jinete, desenvaino una de las espadas que llevaba a la cintura, y en un parpadeo estaba en frente del nephilim ambos chocaron sus espadas, y un relámpago cruzo el cielo y cayó a unos metros de donde estaban estos titanes.

Ambos seguían forcejeando fue Anutapta quien empujo a Kimaris, quien dio una vuelta sobre sí mismo y ataco a su enemigo por un costado, el nephilim bloqueo su ataque con su espada, ambas armas se deslizaron en sentidos opuestos y salieron chispas de la puta de estas, siguieron chocando las espadas una y otra vez, se veía la gran destreza del demonio con las armas, no se le era difícil emplearla, parecía como si fuera una extensión de su brazo, pero el mitad ángel no se quedaba atrás, su capacidad con la espada era increíble, le seguía el paso a su progenitor con suma facilidad – todos estábamos impresionados con tal desplegué de acción, era mejor que cualquier película que hubiese visto – cada vez que las hojas de sus armas chocaban el cielo relampagueaba, el cielo estaba cubierto por nubes densas, era como si todos los ángeles del cielo estuvieran viendo el enfrentamiento entre padre e hijo y todos hicieran una ovación por cada espadazo dado, por cada golpe que los titanes colisionaban, la tierra se sentía agitada.

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