8. Vete Al Infierno

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Durante un tiempo todo había estado calmado, no había visto ni a los demonios

menores en ningún lado, más allá de relajarme me preocupaba, sobre todo porque mis

sueños persistían en quitarme la poca calma que existían y que me helaba los huesos,

hasta lo más profundo. Cada vez esa misma bola de fuego estaba más y más cerca, y entre

más cerca se encontraba su color cambiaba, y ahora era de un rojo carmesí, y seguía

oscureciendo, la misma mujer aparecía una y otra vez, pidiéndome lo mismo que no

dejara que esa cosa llegara a nuestro mundo, y aun no se dejaba ver el rostro, peor aún las

criaturas que emergían de las profundidades de los océanos, de las montañas más grandes

e incluso de la misma tierra eran cada vez más grande y aterradores, no solo eso, todo

indicaba que todo estaba llegando a su fin, como si todo lo que hiciéramos solo fueran

limpiar grano a grano una casa que estaba atestada de arena por todas partes, y eso me

frustraba, faltaba una semana para mi cumpleaños y mi humor iba de mal en peor a cada día.

Tai seguía sin hablarme no lo culpaba, pero Yosken me dijo que él siempre preguntaba

por mí, si estaba bien, si habíamos peleado con otro demonio y esas cosas, y mi cuñado

lo mantenía siempre al tanto de todo, incluso le pidió a este que si algo malo llegara a

pasar que no dudara en decirle que el saldría a la hora que sea a ayudarnos, claro esto a

mi lejos de causarme ternura o algo así solo me irritaba por razones que desconocía, tenía un nudo de emociones en el cerebro, la ironía era cruel, pero así era. Sofí fue a reclamarle a su novio, pero yo lo impedí, luego tendría que dar explicaciones que sinceramente no estaba dispuesto a dar.

Nunca le dijimos a doña Liseth que Sofí había usado magia negra, era algo que a ella

le apenaba decir, nuestra mentora había sido en extremo severa con el asunto de usar ese tipo de conjuros, ella tenía los libros porque siempre habían pertenecido a su familia, pero eran cosas con las que ella odiaba relacionarse, si nos dijo que en cierto tiempo quiso practicarla, pero por una cosa y otra prefirió dejar eso en el olvido, como siempre ocultando su vida, pero yo sabía o más bien sentía que eran cosas tristes las que ocultaba y no malas, cada vez que hacía alguna alusión a su pasada su corazón empezaba a agitarse violentamente, y por ende el mío también lo hacía, reconocía ese tipo de emociones, que fácil era identificar los problemas de los demás y que difícil era siquiera darse cuenta que uno tenía los suyos, no les digo que la ironía es cruel.

Mi madre por su lado se movía de un lugar a otro intentando conseguir los ingredientes

para una torta de cumpleaños le dije que no se mortificara tanto que si no podía que no se preocupara, pero ella insistía, desde mediados de febrero había estado buscando y

hablando con todo aquel que pudiera auxiliarla, ella quería hacer un pastel de tres kilos y solo le faltaba dos paquetes de harina para hornear para hacerlo, le dije que con una de un kilo estaría bien, pero ella como cosa rara no me hace caso, así que la deje tranquila, para que hiciera como quisiera, total a ella le encantaba hacer ese tipo de cosas, y al final la mirada de felicidad que tenía por haber logrado algo que ella sabía que me haría feliz, no tenía precio alguno, claro con algo pequeño yo era tan feliz como con algo grande, pero ella prefería lo segundo.

PSÍQUICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora