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| Regulus |
Mentiría si dijera que no disfrute este día, creo que lo guardaré en mi memoria y corazón el resto de mi vida. Regina me mantenía de alguna manera con vida, era el motivo por el que quizá aún sonreía y mantenía esperanza en mi futuro, con ella a mi lado sabía que seríamos invencibles .
Casi muero de los nervios cuando decidí preguntarle si quería ser mi novia, pero mantuve un poco de fe y simplemente las cosas estuvieron a nuestro favor.
Ahora me encontraba al pie de las escaleras esperando a que bajase, aún había tiempo de sobra para que bajara pero realmente estaba ansioso de poder verla.
— Regulus cuando baje Regina necesito que la mantengas a tu lado todo el tiempo, es indispensable que todos sepan que tienes intenciones más grandes que solo ser su amigo — se acercó mi padre.
— Solo somos pareja padre, apenas llevamos unas horas, no es como que ya nos vayamos a casar — me atreví a explicar.
— No importa, sabes que a tu madre le encantaría estar emparentada con una Grindelwald —
Sabía que era comprometedor que les haya contado a mis padres que Regina es una Grindelwald pero no sabía que lo usarían a su favor, o mejor dicho no lo quise creer.
— Bien, veré que puedo hacer — me animé a asentir.
Tan pronto como desvié mi mirada la vi bajar, lucia preciosa, un vestido vino de terciopelo sostenido con apenas dos tirantes delgados desde sus hombros hasta el suelo era portado. Se veía como la criatura más exquisita de este mundo, jamás estuve tan segura de lo mucho que me gustaba hasta este momento. Llevaba el pelo atado en un moño un poco desordenado, sus ojos bicolor hacían un gran contraste con su vestido. Se veía un poco nerviosa hasta que su mirada conectó con la mía y todo rastro de miedo fue sustituido por una sonrisa, aquella que me hacía querer arrodillarme ante ella.
— Cierra la boca, estas babeando la alfombra favorita de Walburga — se mofó Sirius que pasaba justamente por la escena.
Cuando busque a Regina con la mirada encontré que está ya estaba a lado mío.
— Luces realmente preciosa — un sonrojo se asomó en ella.
— Y usted señor Black está realmente guapo esta noche — me sonrió.
— Quiero que me acompañes a un lugar antes de entrar a la sala principal —
Asintió. Tomé su mano y la conduje hasta un pequeño salón, había estantes llenos de libros y una gran ventana que mostraba el cielo oscuros como unas cuantas nubes que permitían apenas ver la luna menguante.
Tomé el pequeño cofre de la mesa y se lo ofrecí, me miro extrañada pero pronto lo acepto.
