Capítulo 4 (Las apariencias engañan)

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Veo a mi alrededor muchas tumbas, una en especial roba mi atención por completo, parece una casa muy pequeña y acogedora, vi una pequeña vela encendida y la intriga me llevo hasta sus puertas, al intentar entrar en ella escuché.

—¡TIENES QUE SALIR DE AQUÍ!

Era una voz muy familiar y casi irreconocible al mismo tiempo.

—¡ENZO POR FAVOR SAL DE AQUÍ!

Mire a mi alrededor buscándo quien era la portadora de esa voz, creo saber quién es, no me cabe ningún tipo de duda es ella..

—¡ENZO POR FAVOR SAL DE AQUÍ, HUYE!

-¡¿ABUELA!?

Siento como si mis pies estuvieran pegados al piso, intento moverlos pero es inutil.
Siento la llegada de un frío  inesperado que me abraza y no me suelta, cada vez me aprieta más, y el aire poco a poco abandona  mí cuerpo, mi garganta se cierra, mi corazón se acelera y mis pies aún siguen sin poder hacer un mínimo pasó.

—¡ENZO HUYE!

Las advertencias se vuelven gritos de desesperación y tormento, una y otra vez con más fuerza repite que huya y abandoné ese lugar, la voz de quién pienso es mí abuela, poco a poco se transforma en algo irreconocible.

Las puertas de la tumba de abrieron delante de mí, de ella  puedo ver salir un hombre joven con pasos lentos hacía mí.

—Mi amada víctima, mi amada profesia, mi amado... —Sus  pasos lo posicionaron frente de mí y con sus manos heladas acarició mí mejilla  —Al fin tengo el placer de conocerte.

Al ver sus ojos mí corazón siente una gran alegría, mis lágrimas caen como un niño asustado que perdió a su padre.

—Ayudame por favor. —Le implore con lágrimas.

—El único que puede salvarse eres tu mismo.

—Por favor ayudame. —Con mí último respiró suplique.

—No puedo ayudarte ni tampoco salvarte, tu mismo eres el que ajusta cada vez más la cuerda, tu mismo estás matandote...

Me levanté de la cama con mucho miedo y trate de buscar mí celular con rapidez.

—Enzo, por favor apaga tu alarma. —Dijo Camilo mientras se volvía a acomodar en su cama.

—Lo siento Camilo, ya me voy.

Apagué mi alarma y me fui al baño me miré al espejo y me puse las manos en el cuello, mí pesadilla había dicho algo que me hizo pensar algo que nunca pregunté, ¿Seré yo quien ésta poniendo sobre su espalda cosas muy pesadas? Puede que muchas emociones y el cansancio me estén afectando.

Es difícil encontrar la respuesta a algo que nadie más puede responder, porque nadie vive en mis zapatos, nadie puede sentir o quizás, entender lo que realmente me sucede. constantemente me auto flagelo y me exijo para ser el mejor, no quiero fallarle a mí familia.
Pero tampoco quiero perder la paz y el tiempo por vivir una vida que no deseo para mí.

No soy un guerrero, ni tampoco deseé tener está vida, no es que sea desagradecido, simplemente desearía poder tener una vida tranquila.

Quiero que todo esto se acabe y poder volver a mi hogar, estar en mis comedores barriales a donde doy servició con mucho amor, volver a las escuelas de catequistas y ver cómo todo a mi alrededor es tranquilidad, deseo poder escribir un libro y viajar por el mundo y quizás encontrar el amor.

—Padrecito, hace 10 minutos está ahí sin moverme, tienes que prepararse, hoy le toca empezar su segunda consagración, por otro lado, tengo que orinar así que, muévete. —Dijo Asais.

Le Mat  - El clero de San Pedro -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora