21. Una descarada declaración de amor

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El segundo viernes de enero, recibí una llamada de Astrid alrededor de las nueve de la noche.

—¿Qué haces? —preguntó. Su tono era alegre, casi juguetón.

—Nada importante —Mentí, estaba programando—. Platícame como estuvieron tus vacaciones.

—¿Ya cenaste? —Fue lo que obtuve por respuesta.

—No —Eso era verdad y mi estómago tronó, reclamando el maltrato que sufría cuando yo estaba demasiado concentrada en mis pendientes.

—¿Quieres venir a cenar y te cuento?

—Llego en veinte minutos —dije, mirando mi reloj.

—La puerta va a estar abierta —respondió—. Maneja con cuidado.

Terminando de colgar la llamada me cambié de ropa, me eché perfume y desodorante, me lavé la cara y los dientes, y luego salí corriendo hacia mi auto.

—¡Voy a cenar con Astrid! —grité, para que Lucía estuviera enterada de mi paradero.

Ella asomó la cabeza por el umbral de su habitación, y cuando volteé para cerrar la puerta principal detrás de mí, me encontré con una sonrisa y la señal universal de aprobación: su pulgar derecho mirando hacia el cielo.

Cuando entré a casa de Astrid, One Headlight de The Wallflowers estaba sonando. Ella estaba en la cocina.

—Qué rico huele —dije, pasando directamente a lavarme las manos para ayudarle a poner la mesa mientras ella terminaba de preparar unas fajitas de pollo—. Quería pasar a comprar algo de postre, pero prácticamente todo está cerrado.

—No te preocupes, tenemos postre —respondió.

—Me encanta Mérida, pero no puedo negarte que extraño el Walmart de 24 horas de Cancún.

Astrid no respondió, se limitó a sonreír mientras negaba con la cabeza. All is full of love de Björk, comenzó a sonar mientras nos sentábamos en el comedor.

—Está delicioso —aseguré, después del primer bocado—. Cuéntame sobre tus vacaciones.

—Al rato, antes quiero saber cómo le va a Lucía con el actor.

—Se hicieron novios durante las vacaciones y se les ve muy enamorados.

—¿La trata bien?

—El tipo vale su peso en oro, la trata como a una reina. Es extrovertido, como ella, y siempre tiene algún comentario irónico con el que nos hace reír; pero además es de esas personas que llevan los sentimientos a flor de piel y eso es lo que más me agrada de él. La llena de cariñitos, le hace figuritas de origami con el papel de la goma de mascar, le deja notitas de amor por toda la casa. Y ella está soñada.

—Me alegra que esté contenta —aseguró Astrid—. Merece conocer un amor bonito.

—Yo creo que con su ex pagó todas las deudas de sus vidas anteriores y ahora el universo la está recompensando —Me reí.

—¿Y sigue intentando encontrarte novia? —Astrid intentó sonar casual, sin lograrlo.

Mi bocado se cayó de mi tenedor cuando levanté la vista hacia ella. No respondí. Dejé el tenedor sobre el plato y crucé los dedos para sostener con ellos mi barbilla.

—¿Qué fue exactamente lo que llegó a tus oídos?

Ella se rió, encogió los hombros, siguió cenando.

—Algo como que Lucía te ha presentado a medio cuerpo estudiantil, pero sus esfuerzos han sido en vano.

Chasqueé la lengua, mariposeando los párpados. Tender de Blur comenzó en ese momento.

Mudémonos a MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora