25. Baile de las sorpresas

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Viernes

Los duques de Hastings no saben ser otra cosa, más que magníficos. La duquesa Daphne, se había esmerado mucho en poner todo en orden para ese baile. Flores moradas y lilas por toda la gran mansión, por los jardines, en la entrada, en todos lados. Muchas muchas flores, candelabros llenos de velas que iluminarian la velada, juegos de pirotecnia, un grupo excepcional de música y comida exuberante, panecillos, pequeños sándwiches y postres de vainilla y chocolate, limonada y una rica reserva de vino de la cosecha de su hermano el señor Gregory Bridgerton. 

La gente estaba encantada con el ambiente, todo estaba bañado en blanco, los manteles tenían una sobrecubierta plateada que brillaba. Sus copas llenas y sonando, hombres riendo y jovencitos bailando alrededor de la gran fuente. La sociedad no se perdía ningún baile dado por un Birdgerton y aunque la Duquesa era de Basset, siempre sería digna hija de la Vizcondesa viuda, además que no es por demás siempre resultan fructíferos sus bailes y una pareja o dos terminaban unidas. 

—¿Qué haces? —preguntó su hermana con una sonrisa. 

—Amelia— sonrió. —Solo observo a mi próxima víctima. 

—¿De verdad? —dijo con ironía. —Normalmente tu sueles ser la víctima. David Basset,  bailando —dijo viendo hacia el cielo —¿no es el fin del mundo verdad? ¿me he perdido de algo? —dijo riendo. 

David le dio una mueca como sonrisa, ella puso los ojos en blanco. Podrían pasar mil años y seguro eso nunca cambiaría. 

—¿No es esa Lady Chesterfield? —David no pudo evitar gruñir. 

—Lo es. —dijo bebiéndose su segunda copa. 

David no la había dejado de ver, estaba radiante. Tan hermosa que parecía una princesa, llevaba un vestido azul, su cabello estaba recogido en una extraña trenza. Su cabello color mantequilla se veía más pálido de lo normal, al contrario de sus mejillas sonrosadas y sus labios que estaban tintados en rojo carmesí, era ligero pero muy perceptible ante él. 

—Si la sigues mirando así la vas a deshacer.

—Amelia— bufó —no digas tonterías. 

—No se, hay algo diferente en ella— murmuró.

Vio a Libia alzar la copa a uno de los Duques de Australia, este le sonrió y la recorrió con la mirada, ella hizo una reverencia. 

—¿Si? ¿como que? —preguntó su hermana. —Me parece que está hermosa y un poco coqueta, tal vez quiera conquistar a alguien pero es demasiado ciego para darse cuenta— su hermana le dio un golpecito en el hombro antes de marcharse. 

—Si, pero está en Escocia con otra mujer. —murmuro para si mismo. 

No se había acercado a él en toda la noche, ¿Por qué? ella siempre estaba presente, ella siempre guardaba un baile para él. Le estaba moliendo las entrañas pasar por desapercibido ante ella y más sabiendo que, la dama en cuestión lo hacía a propósito. 

Libia se percató de su mirada porque con un descaro levantó su copa hacia él, una sonrisa se formó en sus labios, pero diferente, era seductora, no era como cuando mostraba sus dientes completamente derechos, eran sus labios cerrados y sus ojos alzándose ligeramente hacia arriba como si lo invitara a atreverse a hacer algo.  —¿Qué haces Libia? —preguntó para sí mismo, alzó su copa y luego inclinó su cabeza ante ella. 

El Duque, se acercó a ella. Colocando su mano cerca, muy cerca de su cintura. Todo comenzó a sentirse sofocado ¿por qué no se apartaba? ¿por qué le molestaba a él? la vio sonreír al Duque y luego se alejó de ahí con él. 

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