4. Un Baile

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—Lady Kenart— dijo con una sonrisa.

—Conde de Clyvedon, buenas noches que alegría verlo.

—Eres tan ridícula— dijo riendo, se acercó a su prima para darle un abrazo.

—Oye, me despeinas— dijo Aggie arreglando el tocado de su cabello, para luego sonreír —bien y dime, ¿qué tal? La tía Daphne me ayudó a organizar el baile.

—Felicitaciones, lo has hecho excelente, tienes el don.

—Tu mamá es una gran maestra, debo ir a saludar a las personas.

—¿Y Nicolás?— preguntó David con curiosidad.

—Buena pregunta, más le vale no haberse escondido.
Vio a su prima alejarse saludando a las personas que iban llegando, estaban en Kenart Hall, y era el primer baile que Aggie ofrecía oficialmente como Lady Kenart. Todos los adornos se veían increíbles, el dorado inundaba el lugar, con pequeños toques rojizos.

Había pasado una semana desde el incidente en el serpentine, agradeció que nadie comentará sobre eso, además de su madre que le insistió que le dijera que había sucedió, pero David no le dio ningún detalle luego de mencionar, "un accidente".

—¿Listo para bailar?— llegó su primo Miles, quién tenía una gran sonrisa en el rostro.

—No, ¿y tú?

—Demonios no, me esconderé por ahí antes de que mi madre me haga bailar con la señorita Smithe de nuevo.

Los dos rieron, Kate no dejaba de perseguir al pobre de Miles, presentándole mil señoritas, y su abuela le era un gran apoyo en eso.

—La señorita Smithe es agradable.

—Cuando no esta en una pista de baile, es terrible, casi me deja sin pies.

—Entonces debería usar botas más gruesas señor— dijo una voz a su espalda.
Miles palidecio, por un momento creyó que era la señorita Simithe.

—Mis disculpas… señorita— dijo apresurado, ella solto una risita discreta.

—No debería hablar mal de las personas en voz alta, podría llevarse una sorpresa, excelencia— hizo una ligera inclinación con su cabeza.

Todo se detuvo a su alrededor, la música, el murmullo de las personas, no había nadie, más que ella. La tranquilidad de esa noche, se había borrado totalmente.

Debería decir algo, irse, saludarla como el decoró se lo exigía. Pero estaba ahí de pie, mirándola fijamente, como si estuviera viendo al mismísimo diablo.

Él no era el único, Miles también parecía asombrado, pero nada emocionado, David sabía que sabía hablar… por Dios que sí, pero en ese momento nada parecía salir de su boca.

—Muy lindo todo, tanto tiempo sin verles, señor Bridgerton, sigue igual que la última vez que me fui.
—Gracias Lady Narcisse, debo decir que lo casada le asienta— dijo su primo.

Entonces David salió de su ensoñación, el nudo en su estómago era evidente.

Aquellos ojos azules como zafiro se posaron en los suyos, sus pecas seguían vivas en su tez, su cabello rizado se sostenía de un gran moño.

—Izela— dijo haciendo una torpe inclinación —perdón, Lady Narcisse.

—Estoy encantada de verle nuevamente mi Lord.

Le sonrió, seguía tan hermosa como la primera vez que la había visto. Solo que más grande, más viva, había algo diferente, pero no sabía que era.

Un Bridgerton Con Honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora