Un Bridgerton Con Honor

1. Hyde Park

-Madre, ya te dije. Solo fue un baile, no estoy interesado en nadie.

-Bueno, no digo que estés interesado ahora solo digo que ella se veía agradable... ya sabes.

-Daphne, cariño- la voz de Simon era tranquila pero ella lo entendía, un "suficiente", la Duquesa se dejó caer en un sillón resignada.

David agradeció a su padre por su intervención y luego le sonrió a su madre.

-Te prometo, que si algún día me interesa alguna señorita serás la segunda en saberlo.

-¿Cómo que la segunda?- preguntó su madre.

-El primero será padre- Simon le sonrió a su hijo y Daphne le miró ofendida, había murmurado algo en voz baja que ninguno de los dos alcanzó a escuchar.

-Ahora si me disculpan, me gustaría ir a dar un paseo tranquilo. Me apetece montar, tal vez deberían ir a dar un paseo ustedes también, se ve que lo necesitan.

-David pero son las 8 am apenas, no hay nadie fuera... y no has desayunado.

-Precisamente por eso iré a dar un paseo- se acercó a su madre depositando un beso en su frente.

-Deberíamos ir con mi madre, de hecho, estará encantada de vernos- Su madre miró a su padre y este solo le asintió con la cabeza.

-Bien, entonces podría alcanzarlos en la casa de la abuela y desayunar ahí, compermiso.

David sonrió e hizo una pequeña inclinación con su cabeza. Salió decidido a respirar aire fresco, una vuelta tranquila, disfrutando de la calidez del sol.

-¡Con cuidado!- escuchó a su madre, pero su voz ya era lejana.

Tomó su caballo y se adentro en Hyde Park, durante su camino no se encontró con nadie.
La sociedad Londinense consideraba que iniciar sus actividades rutinarias a las 9 am era lo correcto; no había ni un alma, al menos no cerca del lago, aún era demasiado temprano para acercarse, David sentía el aire despeinar su cabello.

Seguía recordando la boda de su prima Agatha, Lady Kenart. Todo gracias a su madre y sus comentarios indiscretos sobre la señorita Libia; el desgraciado Alexander le había dejado a su merced como si fuese un objeto.

Ese día la noche había pintado un cielo estrellado, se sintió caluroso a pesar del aire libre, las velas adornaban el jardín precisamente y resaltaba el color anaranjado de su vestido, era una rubia peculiar y habladora, no había dejado de hablar durante todo el baile y eso lo había dejado asombrado. No había imaginado que existiera una mujer que hablara más que su madre y sus hermanas.

Bailar con ella fue práctico, agradable y aunque los rumores y miradas no se acallaron había sido cómodo para él. Porqué la chica, no era su tipo y sobre todo lo más importante ella no le había pisado los pies.

-Fuimos encadenados a este baile, bueno creo que no podía ser peor ¿verdad? - dijo ella, tal vez la expresión de David debió ser sería o de disgusto porque ella volvió a hablar tontamente -no me refería a que fuera malo bailar con usted, si no que hay circunstancias que pueden ser peores, no que usted sea peor...ya sabe.

-Esta bien señorita, solo es un baile, es mi deber dar uno al menos, ahora no tendré que bailar con alguien que mi madre deseé.

Ella soltó una risita y le miró con esos ojos verdes que parecían aqua con la luz de las velas. David encarnó una ceja y le miró fijamente.

-¿Qué es tan divertido? No conoce a mi madre, esa mujer sería capaz de hacerme bailar con cada mujer aquí.

-Mi madre no es diferente. En realidad me reí porqué los caballeros siempre suelen hablar del deber.