5. Reconocimiento

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Se encontraba en su habitación, leyendo un libro. No había bajado a cenar la noche anterior, y por la mañana no había desayunado tampoco.

El edredón de su cama era color celeste, y su cuarto tenía un bonito color verde salvia; había estrellas dibujadas en el techo con pintura blanca y una mesa pequeña de té, justo en el centro de su habitación. 

Su tocador estaba a unos metros de distancia, casi al otro lado, cerca de la puerta dónde su tío se encontraba, mirándola fijamente, ella se puso de pie y se acercó rápidamente a él.

—¿Podrías ser amable con el Conde? No te pido que le beses los pies, solo quiero que te comportes con la educación que se te ha dado. 

Su tío estaba frente a ella, con su mirada retadora. Intentando hablar con la tranquilidad que claramente no poseía, movía el pie inquieto, y sus manos estaban a su espalda, amarradas para no arremeter contra ella.

Era un hombre grande y robusto, con hombros anchos. No era feo, ni tampoco un anciano. De hecho era un hombre muy apuesto, de ojos azules, con un carácter terriblemente marcado y para el dolor de su corazón, era idéntico a su padre...

—No puedo, mi vida será suya. Jamás volveré a sonreír.

—No seas estúpida, no te está esclavizando. 

—Cómo si lo hiciera. — dijo ella con voz hueca. 

—Estás siendo dramática, tan dramática como… —se trago sus palabras, sus manos ya estaban moviéndose en el aire y su voz había subido su volumen. 

Ella se quedó pasmada, esperando a ver si se atrevía a continuar, pero no lo hizo. 
Su tío avanzó hacia ella, aún luchando por controlar su mal humor.

—Mujeres, tontas y sentimentales. Cuando nacieron con un solo propósito.

—Puede casarme con él, pero le aseguró que se arrepentirá.

—¡Elary!— gritó golpeando con fuerza en la mesa que se encontraba en el centro de su habitación. —¡No me arruines esto! ¡Te juro que te arrepentirás! 

Elary se tragó sus palabras, porqué justo frente al marco de la puerta se encontraba su madre, como de costumbre con lágrimas en los ojos. Apenas su madre había escuchado la voz de su esposo, corrió a la habitación de su hija, no dudo ni un segundo en cruzar la habitación y ponerse protectoramente justo frente a ella. 

—Madre… 

—Otra vez tú hija estúpida. 

—Mi Lord, déjeme hacer… —las palabras de su madre murieron en su boca, cuando él se acercó más a ellas.

—¡Es hora de que aprendas tu lugar Elary! ¡No tienes derecho a opinar! ¡Tu vida es mía, como todo lo que hay aquí y yo decidiré! —Gruñó su tío señalando con un dedo a ambas.

 Elary tenía los ojos cristalizados, quería romperse a llorar. Hacerse pequeña, y dejarse llevar en un sueño profundo, escapar de esa realidad que no deseaba; no lloró, se negaba a dejar que su tío la mirará derrumbarse o siquiera un poco asustada. Su mirada era fría, potente, se sentía furiosa, sentía el fuego recorriendo su ser. 

—Mi Lord, por favor— Su madre se acercó a su tío para tomarlo del antebrazo, pero él se alejó bruscamente, como si solo sentir a su madre cerca lo quemará. 

—¿Por favor? Si solo sabes tener hijos estúpidos, no me hagas arrepentirme de estar contigo— dijo despectivamente. 

—¡No le hable así a mi madre!— Dio un paso al frente, sin miedo alguno. 

Un Bridgerton Con Honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora