Habitación 1420

584 62 1
                                    

Abrazaste con fuerza a Sam, ya habías decidido dejarlo todo atrás, pero el pensar en Manjiro Sano, hacia que tu cuerpo reaccionara de inmediato.

Escuchaste nuevamente un golpe en la puerta. Y estabas lista para abrirla.

-No me iré de acuerdo, me quedo contigo- Dijo Sam, mientras se ponía de pie frente a la puerta, pudiste ver que también estaba nerviosa.

Ella abrió la puerta y efectivamente, era aquel chico peliblanco que conociste un par de horas antes, y se podía notar una muchedumbre fuera de su habitación.

-Señoritas, buenas noches y disculpen las molestias el jefe insistió en venir...-

-Espera, ¿Cómo supieron donde encontrarnos?- pregunto Sam aun con los nervios en el cuerpo.

Aquel chico demostró una sonrisa triunfante y orgullosa antes de contestar;

-Estamos en Roppongi, aquí nada pasa sin que los hermanos Haitani lo sepan, éste hotel es de ellos, fue sencillo- al terminar la frase, los chicos con los que Sam estaba bailando aparecieron en la puerta para saludar.

-Nos pareció grosero que no te despidieras, sin saber tu nombre- dijo uno de ellos.

-Podrán hablar después, el jefe quiere hablar con la señorita, no olviden a que vinimos- ambos hermanos sin refutar, le extendieron la mano a Sam, dando a entender que Sano quería hablar contigo a solas.

-Calma cariño, si necesitas algo, grita y vendré así tenga que patear las bolas de estas bellezas- Reíste algo nerviosa y viste como Sam se marchaba y detrás de ella iban los hermanos.

Te sentaste con calma en la cama, cuando la puerta se abrió y cerró con tranquilidad.

-Me hubiera gustado ver el collar sobre tu cuello y no en un buró- al escuchar esa voz, tu corazón comenzó a latir y tus mejillas comenzaron a ruborizarse.

-Hoy lo llevaba puesto, pensé que tendría suerte- contestaste sin perder de vista a Manjiro, quien se acercaba a tu lado con calma observando cada detalle de la habitación.

-Supe lo que sucedió, ¿Quién era él?-

-Vaya, al parecer tienes ojos en cada rincón de Japón-

Manjiro frunció la ceja, no había conseguido la respuesta a su pregunta, habías sido muy astuta en evadirla y con un poco de seriedad respondió;

-Algo así, todos quieren quedar bien contigo queriendo asegurar un favor para ellos, a veces es tedioso, pero ni con ello he conseguido algunas cosas-

-¿Hablas de Ayla?-

-Entre otras, aquel fin de semana se escapo de nuevo, al parecer aun queda gente en Bonten que le sirven, y no me preguntes como, pero supo de ustedes dos y de aquel chico- dijo mirándote esperando que pudieras resolver la duda.

-Entonces, ¿No estamos a salvo?-

-Me temo que no, Ayla sabe demasiado de todo este negocio, y de muchos movimientos dentro, por el momento solo me muevo con personas que estoy seguro no están traicionandome, y no puedo garantizar la seguridad de ambas...-

Mientras Sano decía todo, tu cabeza volaba a mil escenarios donde tendrías un final trágico, hasta que una frase llegó como una bofetada para reaccionar.

-...Por ello propongo que tú y tu amiga vengan a vivir a la casa principal de Bonten- miraste a Manjiro con sorpresa.

-Espera, ¿Qué?-

-Podría sacarlas del país y darles algo de dinero, pero no puedo garantizar su seguridad, es más fácil tener a ambas cerca y poder seguir buscando a Ayla-

-¿Para que la necesitas?- ante esta pregunta, Manjiro te miró con total seriedad, su mirada decía de mil maneras que eso, no era asunto tuyo. -Perdona-

-Es lo que puedo ofrecer, aparte no puedo pedirles a ambas que renuncien a su vida por algo que jamás debió pasar, platicalo de una vez y si lo aceptan, nos iremos todos-

Manjiro salió de la habitación, no era la plática que habías imaginado pero realmente era más urgente pensar en seguir vivas, Sam entró unos segundos después.

-Manjiro dijo que nos fuéramos un tiempo con ellos-

-Hagamoslo- la respuesta de tu amiga fue rápida y mostraste una cara de sorpresa - Escucha, no me es feliz, pero seamos realistas, necesitamos estar en un lugar donde sepamos estaremos a "salvo", no me agrada mucho la idea, pero no se me ocurre algo para poder estar libres-

-Sano dijo que nos iríamos de una vez-

-Eso es muy pronto, pero... ¿Y nuestras cosas?-

-Señoritas perdonen la interrupción- entró inesperadamente Koko, como si supiera la elección que habíamos tomado -Mandaremos hoy mismo a personas de nuestra confianza por sus cosas, propongo que solo nos indiquen donde encontrar sus objetos de valor, rentar y después vender sus propiedades, yo mismo haré ese movimiento si me lo permiten, y una vez calmado todo, prometo encontrar algo a acogedor, seria un desperdicio de dinero-.

-Vaya, así que ya tenías un plan, por mi esta bien, tener dinero extra- exclamó Sam, hubo un juego de miradas entre ambos, solo pudiste reír un poco, después ambos miraron en tu persona para ver que opinabas.

-Esta bien entonces, ¿Podemos guardar las cosas e irnos?, quiero descansar un poco-

Koko acepto, y salió de la habitación, ambas comenzaron a guardar sus cosas en completo silencio, cada una luchaba con los demonios de su cabeza, intentando imaginar como será este tiempo.

Salieron del cuarto y un par de hombres tomaron sus maletas, Koko y los hermanos Haitani estaban en la salida en esperando con una camioneta lista para arrancar.

-Un segundo, yo traigo auto-

-Señorita, será mejor que los hermanos lo lleven, cambiaran las placas, también intentaré darte uno por el valor de éste, pero tampoco es seguro-

Pudiste ver de reojo como por el rostro de Sam rodaban unas lágrimas, sabias la historia de su primer auto. Sin decir más, ella le dio las llaves a los hermanos Haitani mientras ambas subían a la camioneta.

Pasaron quizá dos horas hasta que llegaron a una enorme casa.

El portón era enorme y de madera, al lado había una pequeña caseta donde había un hombre quien les dio el acceso. Había una fuente al centro del patio, y de fondo había una enorme casa de fachada blanca y acabados elegantes.

Pudieron ver dos casas pequeñas a la altura de la fuente.

-En esas casas, habita el personal y en la otra la seguridad de la casa, si requieren algo acérquese-

La camioneta se detuvo frente a la entrada, ambas estaban encantadas con todo el lujo que se veía.

-Bienvenidas a su casa- exclamó Koko mientras hacía una reverencia dando la espalda a la propiedad.


Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora