En Llamas

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Parecía una película erótica con alto presupuesto, Kakucho y Mikaela eran físicamente hermosos, el verlos teniendo sexo era un orgasmo para cualquier espectador, no solo eso, los sonidos que emitian por toda la recamara eran las partituras perfectas de como debia escucharse el amor.

Mikaela había bajado de Kakucho, se encontraba de rodillas ante él mientras introducia su enorme miembro en la boca, pudiste ver su cabeza bajando y subiendo a un ritmo suave y rápido en algún tiempo, los ojos de él estaban cerrados al par de unos roncos gemidos llenos de placer, con sus dos manos, empujaba la cabeza de la chica para hacer su oral más profundo.

Pudiste ver como ella comenzaba a masturbarse para acompañar la acción, estaba siendo gentil con su feminidad, Kakucho estaba viendo hacia delante, supusiste que había un enorme espejo donde estaba en primera fila apreciando su propio espectáculo.

-Ahora es mi turno...-

Kakucho se levantó y pudiste ver su miembro completamente erecto, de manera gentil, alzó a Mikaela, de manera dulce la acostó sobre la cama, colocó una almohada por debajo de su  espalda, acomodo sus piernas sobre sus hombros, y en un movimiento penetró a la pelirroja.

Comenzó a moverse, de manera brusca, dejó a un lado la delicadeza y de lleno se hundió en el placer, las delgadas manos de Mikaela frotaban sus redondos senos, y pellizcaba sus pequeños pezones causando más placer para ella.

En la habitación resonaban sus choques y los gemidos. Kakucho besaba las piernas de la pelirroja, los gemidos de ambos estaban aumentando, pudiste presentir que ambos estaban llegando al clímax.

-Termina adentro esta vez...-

-¿Estas segura?- la chica asintió, mientras las embestidas se volvían más intensas, los gemidos de los dos comenzaban a ser ruidosos, era su manera de rebelarse y gritar el amor y deseo que sentían uno por el otro.

Unos minutos después todo terminó, Kakucho se dejó caer a un costado de ella y continuó besándola, pudiste escuchar a Mikaela decirle te amo.

Dulcemente, él destendio su cama y la cubrió con ellas, ambos se quedaron abrazados y se quedaron platicando a penas susurrando sus palabras.

Caminaste en silencio por donde habías llegado, por suerte y haciendo nuevamente el recorrido, lograste llegar a tu habitación asignada.

-Me gustaría saber la historia detrás de Mikaela y ese hombre, no parece que sea solo una pareja para acostarse casualmente, se dijeron te amo, ¿Será prudente?- pensaste mientras caminabas a un paso más veloz para evitar cualquier otro encuentro o peor aún, que alguien se hubiera dado cuenta que te estabas tocando mientras espiabas a un alto mando.

-Que suerte, saber que la persona a quien te entregas te ama y a la vez, re devora como si fueras el mejor de los manjares- pensabas mientras te acostabas en tu cama pensando en la película que habías presenciado.

-Debieron cerrar la puerta-.

De repente, pudiste sentir un cosquilleo en el vientre, tu piel se estaba erizado. Estabas completamente excitada.

-Es la primera vez que me masturbaria por ver a alguien más hacerlo, pero en verdad, deseo....-

Metiste la mano por debajo de tu blusa, acariciaste con la yema de tus dedos tu abdomen hasta llegar a tu sostén. Pasaste tu mano sobre tus senos, cerraste tus ojos y quisiste pensar en lo que habías visto.

-Me gustaría.....ojalá....Manjiro...-

Tu mano subió hasta tu cuello e hizo un pequeño movimiento simulando ser ahorcada. En ese momento tu otra mano bajo a tu intimidad. Con dos de tus dedos comenzaste a frotar tu clitoris.

Los recuerdos eran confusos, estabas enfocada en Kakucho y Mikaela; pero a la vez tu mente traía a Manjiro Sano, comenzaste a recordar su piel, su aroma, sus gestos, esto bastó para ser más ruda en tus caricias.

Empezaste a introducir tus dedos, dejando escapar pequeños gemidos, se sentía la humedad que estabas dejando sobre tus sábanas, te estaba volviendo loca.

Seguiste haciéndolo, aumentando la rapidez de tus dedos, se escuchaba solo el sonido de tus fluidos y los agudos gemidos que estabas emitiendo.

Sentiste una contracción en el abdomen, tus pezones eran tan sensibles como duros, sabias que estabas a punto de tener un orgasmo, no habías sentido nada parecido desde aquel encuentro con Manjiro.

Tus pensamientos eran sobre él,  querías que fuera tuyo nuevamente, la idea de sus caricias, sus besos y su cuerpo sobre ti te estaba volviendo loca, no solo eso, estabas deseando que Manjiro te deseara de la misma manera.

Sin importar el lugar, dejaste salir un profundo gemido y te diste la vuelta para quedar boca abajo con la vara hundida y totalmente empapada en las sábanas.

-Carajo, espero que nadie...-

-Deberías tener cerrada tu puerta-

Esa voz te parecía familiar, antes de dar la vuelta, respiraste con fuerza y lo pudiste ver, recargado en el marco de la puerta, con sus hombros cruzados y esa mirada fuerte y sensual, era Manjiro.

-Me gustaría que tocaras la puerta-

-Lo hice, pero no respondias y ya me di cuenta porque, por favor arréglate la ropa, quiero hablar contigo-

Sintiendo vergüenza por el espectáculo que le regalaste a Manjiro, acomodaste tu ropa, fuiste al espejo y acomodaste tu maquillaje y cabello.

Manjiro al ver que habías terminado, cerró la puerta y se sentó en silencio al borde de la cama.

-Necesitamos hablar...-

Se que cada vez salgo con algo nuevo, pero me rompieron el corazón y estoy sobreviviendo a una depresión. Por cierto, esta experiencia me dio una idea del final de esta historia. Dios da, Dios quita.

Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora