09; La Amargura De La Insertidumbre

1.2K 192 144
                                    

Jungkook



     Sólo conviví con la familia de la señora Kim dos veces en mi vida. Una, en la celebración del cumpleaños veintisiete de Merin, la primer reunión familiar a la que asistí. Hizo una fiesta más grande de lo común, e invitó al otro lado de su familia. La segunda vez fue en nuestra boda.

La apodé "la familia blanca" porque, a diferencia de la familia de luces amarillas, ellos eran más sencillos. Vestían con una elegancia minimalistas; sin trajes con detalles, peinados extravagantes o maquillajes cargados. Y además de callados, educados, y buenos, eran menos. Con la señora Kim era cuatro hermanos y sus respectivos hijos; no más. Esa era la familia que se juntaba, pues eran todos. No primos de tíos, ni muchos ancianos, ni hijos de hijos, como la familia Kim. Ellos eran menos, e irónicamente, más comprensibles. A diferencia de el resto de familias ajenas de las cabezas principales de la familia Kim, ellos había decidido no unirse a sus ostentosas convivencias, por lo que, en la boda y en la fiesta, noté lo mucho que la familia Kim los apartaba del resto. A ellos no les importaba, y eso me agradaba.

El día de nuestra boda pensé en que sería más fácil para mí acoplarme a ellos que a la familia Kim. Me hicieron preguntas sobre mi trabajo, sobre mis aficiones, y sobre mis planes. Eran preguntas con verdadero interés, tal vez de conocerme, o de simplemente integrarme. Las preguntas de la familia Kim siempre fueron con doble sentido; con morbo, o con intención de juicio.

La familia blanca me gustaba mucho. Vestían, actuaban, y se veían limpios. Limpios de todo; hasta de la luz amarilla de la que, por desgracia, la señora Kim ya se había ensuciado.

El hombre en mi mesa era el hermano mayor de la señora Kim. Un hombre agradable, según la plática sobre el arte y sus hijos que entablé con él el día de mi boda. Tenía un tatuaje de un tigre en el cuello, y aunque él no supiera de la existencia del mío, me había hecho sentir identificado.

Lo sentí como un reflejo de mí mismo mientras lo preparaba con ayuda de Yoongi. Sus ojos sin vida, su piel seca, su tatuaje ahora cubierto por cortes de autopsia. Por un momento me sentí en su lugar, y me pregunté si la conciencia de un hombre muerto es capaz de pensar todavía aunque su mente haya muerto. Esperaba que no fuera así, pues yo, que convivía a diario con la muerte, sabía lo que se le hace a un cuerpo cuando muere, y estar aún consiente de eso, muerto, sería tortuoso para mí.

Hoseok entró para darme el pésame como si el hombre hubiera sido importante para mí. Ni siquiera a Merin la vi afectada, pues nunca convivió con él. Aún así le di las gracias y oí de lejos una conversación que entabló con Yoongi acerca del mal clima de la temporada.

El tío de Merin parecía de esos hombres que evitaban hablar del clima como si fuera un tema prohibido. Era espontáneo, como Taehyung. Se acercó a mí preguntándome sobre la sobrevaloración de ciertas obras artísticas, y luego me contó que su hijo de trece años había ganado un concurso de pintura en la escuela. Me pregunté qué sería del chico ahora, y cómo estaría por la muerte de su padre.

Llevamos el cuerpo a otra funeraria, más blanca, grande, y limpia que la de Hoseok. Ahí estaba la esposa, con marcas en los ojos rojos, un pañuelo de seda en la mano, y la misma clase con la que había llegado contenta a mi boda. Se echó a llorar cuando me vio y me agradeció muchas veces por encargarme del cuerpo de su marido. Dijo que era parte de la familia, que él hubiera querido que yo lo hiciera porque le había dado la impresión de ser una buena persona, y que agradecía haberlo dejado en buenas manos. Le di el pésame, y la abracé por unos segundos.

Regresé con Yoongi a la morgue, y luego fui a mi casa a cambiar mi ropa. Merin ya estaba ahí, callada, vestida, y seria. Me saludó con una sonrisa, y me agradeció por haber aceptado el trabajo. Asentí y fui al baño. Tallé mis manos por diez minutos hasta verlas rojas, y luego las acaricié. Podría llamarlo superstición, aunque en realidad era más la ansiedad de no cargar en mis manos la muerte de las personas. 

clámame, vehemencia [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora