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Taehyung



   Me gustas, Jungkook.

A veces lo pensaba. Llegaba a mí como un fantasma y me atormentaba por un rato la mente. A veces lo decía en susurros silenciosos en el oscuro rincón del baño más apartado de mi casa. Quizá para recordármelo, o para obligarme a escuchar lo mal que salía eso de mí. A veces lo repetía con el corazón latiendo con rapidez. 

"Me gustas" era una expresión que un hombre como Jungkook ya no debía usar. Demasiado infantil, o poco convincente. Me gustas, pero, ¿qué te gusta de mí realmente? habrá que ir más allá, pues. Pero ir más allá significaba encontrar en mi sentir algo aún más profundo que un simple gusto por el esposo de mi hermana menor.

Me gustas, Jungkook. Regresó a mi mente el día de mi cumpleaños, a las nueve con cinco de la noche, cuando él y Merin entraron a la casa de mis papás colgados del brazo del otro. Ella tenía una bolsa de regalos grande en la otra mano. Él, un saco en su brazo libre, y la mano hecha un puño.

Retuve el aire cuando fue Merin la que me sonrió y se acercó a mí con los brazos abiertos. Me saludó y me felicitó, y dijo que estaba muy orgullosa de mí. Ya habíamos arreglado lo del almuerzo, pero yo sabía que en cualquier momento volveríamos a explotar.

Sin abrir el puño, Jungkook también me abrazó. Él, sin embargo, fue más tosco. Lo sentí tenso e incómodo, como si no quisiera estar ahí. Me sonrió, y también me felicitó, pero no había mucho del Jungkook que me gustaba en esa mirada que me dedicó.

Fui al baño de mi cuarto después de eso. Me vi en el mismo espejo en el que antes vi las marcas de Jungkook en mi cuerpo la noche del club. Me sentí abrumado ante la claridad de mi piel; lo poco manchada que estaba. Cubrí mi torso con una camisa de seda blanca, y esperé que la extravagancia de la seda fuera suficiente para cubrir la simpleza del blanco.

Cuando bajé de nuevo, diez minutos después, me llevé un regaño de mi madre por no estar presente cuando la fiesta era dedicada a mi persona. Igual no me sentía cómodo ahí; con tantas personas y tan pocos colores. Esperé experimentar algo de acción; algo que recordara hasta mis últimos días de vida, pero nada pasó. 

Era el primer cumpleaños que celebraba con mi familia después de cinco años. En Estados Unidos, mis cumpleaños eran sinónimo de alcohol y arrepentimiento. Incluso cuando cumplí diecisiete, dos semanas después de viajar solo al extranjero, me colé en un antro y me besé en el baño con un hombre trece años mayor que yo. Él intentó buscarme después, pero escapó cuando supo que era menor de edad.

Lo bueno de la fiesta es que había asistido Romina; una extranjera amiga de la infancia, hija de la mejor amiga de mi tía. Hace mucho no hablaba con ella, y cuando la reconocí entre la multitud, me sentí un niño de nuevo.

"¡Romi!" exclamé llegando a su lado. 

Sus ojos se expandieron y brillaron ante mi presencia. Ella decía que sólo yo la podía llamar así, así que supuse que me reconoció antes por el apodo que por la cara.

"Taehyung" musitó como si hubiera retenido el aire y lo hubiera sacado en un aliento. "No sabía que habías vuelto"

Fruncí las cejas. No me sorprendió el hecho de que ni siquiera supiera a quién se estaba celebrando con esta fiesta. Los invitados de las fiestas de mi familia siempre asistían por imagen y no por verdadera celebración. No la culpaba.

"Hoy es mi cumpleaños, de hecho" dije, pero sin reprender o criticar. 

Sus mejillas se colorearon ante la vergüenza. Me incomodé al no saber cómo restarle importancia sin sonar grosero. Lo cierto es que no me interesaba que mis invitados no vinieras precisamente a verme.

clámame, vehemencia [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora