26| La llamas del infierno

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Taehyung



Uno, dos, tres, uno. Uno, dos, tres, dos. Uno, dos, tres, tres...

Pocas veces pienso en el tiempo, y cuando lo pienso, casi siempre viene con una idea extra sobre cosas de la vida. El amor, quizá; lo poco que dura, lo mucho que duele. Puede venir también con el hambre, con la pena, con la culpa. Con el miedo.

Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos tres, cinco...

Fue lo único que se me quedó después de un año yendo a terapia en América. Cuando estés enfrentándote a una situación que no puedes controlar, cuenta del uno al tres y divídelos por series, me aconsejó la terapeuta.

Sin embargo, nunca lo usé. Nunca lo recordé, nadie recuerda esas cosas cuando está pasando algo malo. Pero esta vez, por alguna razón que desconozco, es diferente. Apenas me volteé para ver quien me llamaba, el consejo de la terapeuta fue lo primero que pasó por mi mente.

—¿Taehyung? —él pregunta mirándome asombrado.

Uno, dos, tres, seis...

Se acerca a mí a paso lento. Deja mal colgada la prenda que tiene en la mano y extiende los brazos en asombro.

—Guau, mira cuánto cambiaste.

Ante la falta de consuelo contando, es Jungkook mi segundo pensamiento. Quiero buscar refugio en la imagen viva de su rostro en mi mente; ser capaz de llamarlo para que mágicamente aparezca y me saque de esta situación. Tampoco funciona, de hecho, me pone más nervioso.

—Yejun —exhalo su nombre como si no pudiera creerlo. Me sabe mal en la boca; me provoca náuseas en el estómago. Es probable que llevara años sin decirlo en voz alta.

Las facciones avejentadas de mi ex se contraen; fuerza una sonrisa gigante. Me sé de memoria su fecha de cumpleaños, pero las cuentas no me cuadran. No me explico cómo el hombre delante de mí tiene apenas veintinueve años; es tanto su desgaste físico que juraría que tiene más de cuarenta.

El corazón se me hace pequeño. Apenas puedo traga saliva, la garganta me quema. Su voz agria me resulta más familiar de lo que esperaría, mi cuerpo reacciona ante el estímulo ya olvidado.

—Ya no estás tan flaco y pequeño —señala con un gesto burlón mientras me mira.

Frunzo las cejas. Según entendí, justo era eso lo que le gustaba de mí. La debilidad, la facilidad de controlarme. Mi pequeñez hacía ver grande su mísera existencia.

Pero luego pienso en Merin y en su traición. Antes de convertirse en, irónicamente, huesos y pequeñez, presumía piel gruesa y curvas prominentes. Por algo la eligió antes que a mí.

—Volviste de Estados Unidos —dice.

No se inmuta ante mi falta de respuestas. Diría que más bien le entretiene tenerme sin palabras. Sabe que años atrás tuvo un poder sobre mí; supone que es cuestión de acercarse para reactivarlo. Temo que lo consiga, no me siento tan fuerte.

Me mira el cuello y alza las cejas. —¿Estás con alguien? —pregunta y señala una de las marcas que Jungkook me dejó.

Tengo las ganas de cubrirme la marca, pero no lo hago. Independiente a quién me la hizo, a la historia detrás de ella, estar con alguien me protege de él.

—Sí —asiento— Así de tu edad, pero menos acabado.

Rezo para que no note cómo me tiembla la voz cuando le contesto.

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⏰ Última actualización: May 03 ⏰

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