18| Llevarlo al Límite por Mí

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ADVERTENCIA: Van a notar un cambio en la narración. Esto se debe a que cambié el tiempo pretérito perfecto a presente. Es más cómodo leer así, me parece más fluído.

Estoy corrigiendo el resto de los capítulos y mejorando muchas de las cosas que no me gustaban. Tienen la libertad de releerlo mientras los corrija, o seguir por aquí. Nada de la trama cambia, y más bien las escenas están (diría) mejor narradas jej. También en que cambié las comillas por la raya (). Lo que me pesa mucho es perder todos los comentarios, pero si no hacía este cambio no me iba a sentir cómoda con la historia y lo que busco es darles una mejor calidad de lectura. GRACIAS UWU

TAEHYUNG



 Egoísta.

Pienso en esa como la palabra que me define. Jungkook presume ser vehemente; yo egoísta.

Me siento más egoísta que culpable. No sé cómo explicarlo, no son sinónimos, pero se juntan tanto que casi son parte de un mismo significado. Aquel que siente culpa es culpable por egoísta, pero yo soy más egoísta que culpable. Perpetuo dos pecados en vez de uno como Jungkook, y, aun así, no hallo el modo de que mi tonta y juvenil mente se arrepienta de eso.

Son más grandes mis ganas de experimentar que almacenar algo de culpa en mi corazón. Detenerme se queda meses atrás, después del primer beso, después de la primera sensación.

Disocio mirando el piso de la clínica. Lo recuerdo. Me hace sentirlo de nuevo en la piel. Me vuelve vulnerable y sensible. Me hace sentir deseado. Siento más deseo que culpa.

—¿Kim?

Alzo la vista. El rostro de una mujer que recibe mi mirada es bonito, lo suficiente como para dedicarle una sonrisa sincera. Cualquiera en mis circunstancias vería con temor la cara de una mujer con malas noticias, pero yo me resigno. Pienso en que sonreírle a una mujer bonita haría de su estadía en el infierno algo por lo cual no sentirse tan miserable.

—¿Sí? —inquiero.

La enfermera me mira pasiva. Tiene las manos juntas en la pelvis. Es robusta y pequeña, pero cualquier imperfección superficial pasa desapercibida con su bonita cara.

—El doctor lo está esperando —dice. Parece tenerme lástima. Busco la forma de evitarle la pena de verme a la cara, pero nada se me ocurre.

Vuelvo a sonreír. —Gracias.

Camino hacia el consultorio con el sonido del tacón de mis zapatos sonando en el vacío y silencioso pasillo de la clínica. Antes de cerrar la puerta, vuelvo a sonreírle a la enfermera. Ella se sonroja.

El doctor me mira con vergüenza cuando me siento frente a él sin saludar. Apenas nos conocemos de hace unos meses y, aun así, veo en él una segunda figura paterna.

Me reprende con la mirada, pero yo lo veo más como decepción. Siempre insiste. Sonrío y le cuento de mi cumpleaños. Él contesta con respuestas cortas. Me doy cuenta de que la enfermera tiene algo que ver con él cuando ella entra para dejarle un café y le sonríe con las mejillas rojas.

Hablamos como si él fuera un simple hombre dispuesto a escucharme hablar de mi vida. Tratan de eso nuestras citas. No medicamentos ni estudios. Le pedí dedicarme una hora a la semana para permitirme sacar con alguien las cosas de mi vida.

—Creo que tengo algo con el esposo de mi hermana —digo después de un rato de silencio.

El doctor se limita a asentir. Después de tanto, estoy seguro de que algo como eso viniendo de mí no le sorprende.

clámame, vehemencia [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora