CAPÍTULO 28

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Diana De Gales

Miraba las horas en el reloj que estaba en mi muñeca, estaba impaciente y preocupada a la vez.

Aunque realmente nos habían avisado que Carlos no había sufrido lesiones de gravedad, pero aún así no podía dejar de preocuparme.

La reina se había tranquilizado un poco cuando recibió la llamada de que no había sido a Carlos a quien habían llevado al hospital, si no a su chófer. Pues el al estar en la parte delantera sufrió mucho más el impacto del accidente.

Todos aun estaban esperando a que Carlos llegara, esperando ver que este bien.

Por lo que nos contaron, el chófer tuvo un ataque al corazón, esto causó que perdiera el control del auto y chocarán. El había sido llevado de inmediato al hospital, pues además del impacto que había recibido en el accidente, había sufrido un infarto.

Miraba a la reina, la cual intentaba mantener una compostura de serenidad, pero aún así, se podía notar que estaba preocupada por lo que acababa de pasar.

El duque se acercó a su esposa, le dijo algo en voz baja y ella solo asintió. Luego el se sentó a su lado y opto por tomar la mano de su esposa. El amor que ellos se tenían, se podía percibir sin necesidad de demasiadas muestras de afecto; claro en público, pues en el palacio si demostraban la profundidad de su amor. Pues frente al público, era suficiente una mirada y lo mucho que esta brillaba para darse cuenta de su inmenso amor.

Miraba el apoyo que se daban mutuamente en esta situación y solo podía darme cuenta que eran un ejemplo a seguir como pareja. Pues no muchos se enamoran mediante cartas, por lo menos, no ahora. Pero ellos lo hicieron así y la reina se aferro a ese amor, que aunque no fue muy bien visto ni aceptado por todos, a ella eso no le importo, con tal de ser feliz con el hombre que amaba.

Claro que, la princesa Margarita y Peter también eran un ejemplo a seguir, pues ellos también demostraron que la diferencia de edad no es ningún impedimento para amarse y poder estar juntos, no se rindieron hasta estarlo.

Mire mis manos, que estaban sobre la taza de cafe; que, cuando llegó a mis manos estaba caliente. Pero para este momento, ya tenía muy poca calidez. Estaba tal y como me la habían entregado, pues no había dado ni un solo sorbo, no me daba ganas de hacerlo.

Las niñas, los hijos de la princesa Ana, Harry y William, estaban al cuidado de sus niñeras en este momento. Preferimos evitar que los pequeños preguntaran el porqué la cara de preocupación, o el porqué todos estaban en completo silencio. Así que ahora se encontraban jugando y las bebés estaban siendo distraídas por sus niñeras, o tal vez ya estén dormidas.

Me incline y deje la taza en la mesa, para después volver a mi posición, mientras miraba a un inespecifico punto. Todos miraban hacia delante sin decir una sola palabra. Pero pronto en el silencioso lugar, se hizo presente el sonido de la puerta abriéndose.

Tome dirección hasta la puerta en el momento. Fue entonces cuando vi entrar a Carlos.

Me levante rápidamente cuando su mirada se conecto con la mía. Me acerque a él y lo abrace con fuerza, mientras sentía la tranquilidad volver a mi cuerpo y los nervios desparecer. El me tomo por la cintura abrazándome también.

—estoy bien, tranquila—susurra en mi oído, intentando que sus palabras me llenen de paz.

El se separo y me regalo una sonrisa. Pude darme que su rostro estaba bien, no había ninguna marca. Baje la mirada hasta sus manos y pude darme cuenta de los pequeños rasguños que estaban sobre ellas, con un color rojizo rodeando cada una. Eran pocas, muy pocas. Eso me alegraba, pues el no estaba lastimado.

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