2

544 74 80
                                    


Zayn desvió la mirada del jóven castaño frente a él y la fijó momentáneamente en la puerta.—¿El coronel Payne es tu «padre»?

—Sí —susurró Liam, mientras se ordenaba el pelo frenéticamente con los dedos—. ¿Qué tal estoy?

—Escalofriante —murmuró, y lo consideró apropiado porque sentía escalofríos por todo el cuerpo. Maldición, ¿qué hacía el coronel llamando a su puerta tan temprano? ¿Acaso ya sabía que su hijo había pasado la noche allí? Pero ¿cómo? Ni siquiera las esposas de los marines podían difundir rumores a la velocidad de la luz.

—Sargento primero Malik —dijo el coronel con voz controlada, pero tensa—. ¿Va a tenerme mucho tiempo esperando en el pasillo?

Zayn se pasó la mano por el pelo, de corte militar, sin dejar de pensar. Su habitación estaba en la undécima planta, así que la idea de sacar al castaño de allí por el balcón quedaba descartada. Y la habitación era demasiado pequeña para mantenerlo escondido durante mucho tiempo. No tenía elección, se dijo. Miró con aspereza el hijo del coronel y le preguntó. —¿Listo para empezar la función?

No. A Liam no le hacía falta mirarse en el espejo para saber el aspecto que tenía. De pie, descalzo, con el pantalón y camisa arrugados y el rimel que se había colocado el día anterior corrido por los párpados... Gimió para sus adentros. Sin duda parecía que había pasado una noche tórrida y apasionada con un amante increíblemente solícito. Qué ironía.

Estaba a punto de ser arrestado, juzgado y condenado por algo que no había hecho. Que nunca había hecho. Cielos, y no había visto a su padre desde hacía cuatro años porque le había dado vergüenza volver a mirarlo a la cara. Después de aquel día, tendría que irse a vivir a Mongolia.

Liam asintió con expresión lúgubre, se cuadró de hombros e intentó parecer indiferente. Zayn se dirigió a la puerta, le quitó el pestillo, la abrió de par en par e invitó al coronel a pasar.

—Buenos días, señor —lo saludó, y el coronel entró en la habitación.

—¿Lo son? —repuso su superior. Vestido con ropa de civil, Thomas Payne seguía ofreciendo un aspecto imponente. Con unos pantalones de vestir de color gris y una camisa de sport de mangas cortas y color azul pálido, parecía más joven que cuando llevaba uniforme. Pero seguía teniendo el mismo físico amenazador.

Liam sintió que su padre lo taladraba con la mirada y se estremeció al ver la decepción que reflejaban aquellos ojos castaños idénticos a los suyos.

—Señor... —empezó a decir Zayn.

El coronel lo interrumpió.—¿Le importaría dejarme a solas con mi hijo durante unos minutos, sargento primero?

Liam miró fugazmente a su, hasta entonces, anfitrión. Vio la vacilación en sus rasgos y supo que quería, desesperadamente, quedarse en la habitación para recibir su parte de la «munición» que el coronel pensaba descargar. También sabía que a Zayn Malik no se le ocurriría desobedecer ni siquiera una «amable» petición de su padre.

—Sí, señor —dijo con brusquedad, salió al pasillo y cerró la puerta.

Liam quería escapar. Claro que, también había huido hacía cuatro años y no le había servido de nada. En aquella ocasión, afrontaría las consecuencias. Increíble, pensó. Aquel día, tenía valor.

—¿Por qué no me dijiste que ibas a venir, hijo?

Liam le pidió al cielo que hiciera aparecer tres jarras llenas de café humeante. ¿Cómo podían esperar que pensara cuando tenía una resaca lo bastante fuerte como para tumbar a un elefante? Inspiró profundamente y, por fin, dijo.

Tras De TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora