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El coronel Tom Payne esperó un minuto más, para asegurarse de que Liam no lo vería. Luego, salió de su despacho para hacer entrar en razón a su yerno antes de que fuera demasiado tarde.

El día gris y lluvioso estaba perfectamente a tono con su estado de ánimo, pensó Zayn con aire lúgubre mientras miraba por la ventana, sin ver nada. Hasta Tom había desistido de hablar con él y había huido de la oficina, prefiriendo la lluvia de la madre Naturaleza al humor sombrío de Zayn.

Cuando oyó cómo se abría y cerraba la puerta del despacho, ni siquiera se volvió para mirar al intruso.

—Seas quien seas, date la vuelta y desaparece.

—Haré como si no lo hubiese oído, sargento primero —dijo el coronel con rotundidad.

Sorprendido, Zayn se puso en pie de un salto. La silla cayó hacia atrás y chocó contra un archivador de hierro gris.

—Mi coronel, le ruego que me disculpe. No sabía que era usted, señor.

—Descansa, Zayn —le dijo el coronel—. He venido como padre de Liam, no como tu superior.

Zayn relajó la postura, pero miró con recelo al hombre que se había acercado a su mesa. —No se ofenda, coronel, pero no tengo nada que decirle a mi suegro.

—Bien —le espetó, y apoyó las dos manos en el escritorio para taladrarlo con unos ojos castaños increíblemente parecidos a los de Liam—. Entonces, hablaré yo y tú escucharás.

—Señor...

—Liam acaba de salir de mi despacho —prosiguió el coronel.

¿Liam? ¿Allí? ¿A solo unos pasos?

—Tenía un taxi esperando —continuó el coronel.

—¿Un taxi? —preguntó Zayn—. ¿Por qué no ha usado la camioneta? — Zayn había ido a trabajar con uno de los sargentos para que Liam pudiera disponer de su único vehículo.

—Porque va camino al aeropuerto.

Zayn se sintió como si acabaran de darle un puñetazo en el estómago.

—¿Al aeropuerto, señor? —repitió, sorprendido de poder hablar a pesar de la repentina sequedad que sentía en la garganta.

—Se va, Zayn. Para siempre.

Estupefacto, Zayn se limitó a decir: —Tal vez sea lo mejor, señor —pero, por dentro, era un tumulto de emociones. Tensó las piernas automáticamente, para sostenerse mejor. Liam ni siquiera había respetado el acuerdo de estar juntos durante tres meses. ¿Cómo podía sentirse tan vacío y seguir respirando?, se preguntó. ¿Y cómo podía seguir latiéndole el corazón cuando acababa de estallarle en pedazos?

—Esta vez, no, Zayn.

Fijó la vista en la mirada furiosa del coronel.

—Con el debido respeto, señor —dijo con voz tensa—, esto no es asunto suyo.

—No seas tonto, Zayn. Lucha por tu esposo. Por tu matrimonio.

—No hay nada por lo que luchar —murmuró en tono lúgubre—. Todo ha terminado.

—Solo terminará si te rindes o te retiras —le dijo el coronel—. Te conozco desde hace tiempo, Zayn, y creo que nunca te había visto tan feliz como con mi hijo. Por un momento, pensé que lo vuestro iba a salir bien.

Él también lo había creído, pensó Zayn. En sueños. Pero en la vida real, lo había perdido.

—Si de verdad quieres a Liam, lucha por él —dijo el coronel, y se apartó del escritorio—. No cometas el mismo error que yo.

Tras De TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora