El cielo estaba salpicado de estrellas cuando Zayn y Liam salieron de la casa del coronel. Envueltos por la suave música de jazz que emergía del reproductor de CDs de la furgoneta, atravesaron la base lentamente, como si ninguno de los dos tuviera prisa por volver a casa.—¿Quién era la mujer que ha estado hablando con mi padre casi toda la noche? —preguntó Liam finalmente, más para romper el silencio que por ninguna otra cosa.
—La comandante Taylor —dijo Zayn—. Es nueva en la base. Solo lleva un mes en Pendleton.
—Es evidente que mi padre está interesado en ella.
—¿Te molesta? —preguntó Zayn, y lo miró fugazmente.
—No lo sé —reconoció Liam. No estaba seguro de cómo sentirse con la idea de que su padre saliera con alguien. No importaba que todavía fuera joven y atractivo. O que hubiera estado solo la mayor parte de su vida. Pensar que su padre podía tener una vida privada, una vida amorosa, le producía una sensación extraña—. Supongo que me resulta raro—dijo—, pero espero que tenga suerte.
Al menos, más que él, pensó en silencio. Pasó un minuto o dos más de silencio antes de que Zayn dijera en voz baja:
—Ha sido una fiesta agradable.
—Sí.
—Parecía que todo el mundo se estaba divirtiendo.
—Cierto —corroboró Liam.—¿Tú te lo has pasado bien? —preguntó Zayn, y lo volvió a mirar.
Liam tardó un momento en contestar. Estudió el perfil de Zayn bajo el suave resplandor de las luces del salpicadero. Fuerte, áspero e irresistible. ¿Desde cuándo aquel matrimonio había dejado de ser una farsa para él? ¿Cuándo había empezado a encariñarse con aquel pelinegro? ¿Realmente importaba?
—Sí —dijo finalmente—. Me lo he pasado bien.
Zayn le brindó otra mirada y una pequeña sonrisa.—Yo también.
Un momento después, estaba aparcando delante de su casa y apagando el motor. Cuando quitó las luces, la oscuridad los envolvió como una gruesa manta. Cediendo a un impulso, Liam se soltó rápidamente el cinturón de seguridad y se acercó a él. Zayn inspiró con fuerza y volvió un poco la cabeza hacia el castaño.
—Liam...
—Zayn —levantó una mano para taparle los labios con las yemas de los dedos—. No digas nada, ¿de acuerdo?
Zayn tomó su mano con la suya y dijo en voz baja: —No pienso que...
—Bien —lo interrumpió Liam otra vez—. Tal vez sea mejor que los dos dejemos de pensar y empecemos a sentir.
Entonces se inclinó hacia él, ladeó la cabeza y lo besó. Después de un instante de vacilación, Zayn le devolvió el beso. Como si estuvieran retomando lo que habían dejado horas antes, la pasión saltó a la vida, encendiendo el interior de la pequeña furgoneta como una cerilla arrojada a un charco de gasolina. Zayn gimió y lo apretó contra él. Se movió sobre el asiento y lo sentó sobre su regazo.
Liam movió el trasero en busca de una posición cómoda y, sin darse cuenta, lo torturó aún más. Con la entrepierna dura y dispuesta, como lo había estado durante todas y cada una de las largas noches de su matrimonio, Zayn profirió un largo gemido gutural. Liam tomó el rostro de Zayn entre las manos y profundizó el beso.
El pelinegro le separó los labios con la lengua y lo reconoció con la minuciosidad de un marine que hubiese atracado en tierra enemiga. Liam gimió con suavidad y se apretó contra él. Incluso a través de la tela de sus ropas, Zayn sintió las puntas rígidas de sus pezones y sintió la necesidad de tocarlos. De acariciarlos. De saborearlos.
Le desabrochó la camisa y deslizó las manos por la piel cálida de su torso. En pocos segundos le acarició un pezón con el pulgar hasta que Liam se arqueó contra él, buscando, instintivamente, algo más. A regañadientes, cortó el beso e inclinó la cabeza para lamer aquel pezón duro y pequeño. Notó cómo Liam le rodeaba la nuca con los dedos para que no se apartara. Y cuando lo lamió, Liam jadeó y echó la cabeza hacia atrás.
—Oh, Zayn... —susurró de forma entrecortada. Con los labios y los dientes, atormentó su piel sensible hasta que Liam se volvió loca de anhelo.
Zayn sentía que su cuerpo estaba a punto de explotar y cada uno de los jadeos del castaño solo servían para avivar unas llamas que amenazaban con consumirlo por completo. Liam bajó las manos a sus hombros y hundió los dedos en su piel a través de la tela de su camiseta de marine. Con las caderas apretadas contra el regazo de Zayn, era indudable sentir la dureza del otro.
—Liam —susurró, mientras levantaba la cabeza para robarle otro beso—. Tengo que tocarte, sentirte, por entero.
—Sí, Zayn —contestó atropelladamente—. Yo también lo necesito. Ya mismo, por favor.
Zayn ya estaba maniobrando con el botón y la cremallera de los vaqueros de Liam. El castaño se removió en sus brazos con intención de ayudarlo, pero solo consiguió torturarlo aún más. Por fin, el botón de metal se deslizó por el ojal y la cremallera corrió hacia abajo en silencio, permitiendo que Zayn tuviera acceso a su cuerpo. A los secretos que había ansiado explorar desde la noche en que lo había rescatado y había permanecido despierto, mirándolo.
Zayn deslizó los dedos por debajo del elástico de sus calzoncillos y avanzó hasta que notó el suave roce de los rizos que cubrían la parte más íntima de su cuerpo. Liam volvió a jadear, con más fuerza, y elevó ligeramente las caderas para facilitarle el contacto. Zayn sintió cómo su corazón se ralentizaba hasta dejar de latir, cuando sintió directamente la dureza de Liam. El castaño inspiró con fuerza y movió las caderas a modo de invitación, como si le pidiera en silencio que explorara su cuerpo. Zayn dejó más al descubierto y rozó con sus dedos la sensible punta del pene, Liam se estremeció en sus brazos. El pelinegro le pasó la mano derecha por la espalda a fin de sujetarlo con fuerza, mientras que con la izquierda, le hacía perder el control.
Forcejeando con los confines de los vaqueros, Zayn tocó el trasero del castaño y suspiró de satisfacción al oírlo gemir. Aquello no bastaba, pensó con desesperación. Ni mucho menos. Quería tenerlo desnudo bajo su cuerpo, abierto para él. Quería penetrarlo y sentir cómo se estremecía de placer. Quería ver cómo alcanzaba la sensación definitiva del éxtasis antes de vaciarse en su interior.
—Zayn —susurró Liam, y volvió a mover las caderas—. Esto es...
—¿Demasiado estrecho? —preguntó en voz baja, y se inclinó hacia delante para plantarle un beso en el cuello.
—Maravilloso —concluyó, y volvió a arquearse sobre su mano.
—Entremos en casa, Liam —le dijo. Quería moverse en aquellos momentos, cuando todavía podía caminar.
—Está demasiado lejos —protestó el castaño.
—Necesitamos más espacio, Li —le dijo y, a regañadientes, sacó la mano de sus vaqueros.
Liam gimió para expresar su decepción, pero levantó la cabeza para mirarlo.—¿Más espacio? —repitió.
—Para poder tumbarnos —le dijo, y se inclinó para abrir la puerta de la furgoneta.
Espero que hayan disfrutado el cap, disculpen algún error, gracias por estar leyendo ✨