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Liam hizo un esfuerzo por tomar otro sorbo de café. ¿Por qué él? No era una mala persona, no hacía daño conscientemente a la gente. Caramba, hasta detestaba tener que llamar a un exterminador para que acabara con las civilizaciones de insectos. Y, aun así, no hacía más que malograr su vida una y otra vez.

Cuando se arriesgó a dirigir una mirada, todavía nebulosa, a su marido, casi pudo ver lo que estaba pensando. Y no era halagador.

—De acuerdo, sargento primero Malik —dijo con suavidad—. Mantendremos una relación platónica. Tu virtud está a salvo conmigo.

Zayn torció el labio ligeramente, luego volvió a enderezarlo. Había hecho aquél gesto varias veces aquella mañana. O Liam le hacía mucha gracia o tenía un grave tic facial. La segunda posibilidad debía de ser la correcta. ¿Qué podía tener de divertido un matrimonio sin sexo entre dos desconocidos? Otra vez aquel tic.

—¿Qué tiene tanta gracia? —preguntó Liam, a pesar de que la media sonrisa ya había desaparecido.

—Créeme, princesita —le dijo—. No creo que esto tenga nada de gracioso.

—Entonces, ¿por qué lo has hecho?

—¿El qué?

—Casarte conmigo.

Zayn tomó el asa de su taza de café con sus largos dedos. —Por tu padre.

—Eso ya me lo imagino —dijo, sintiéndose repentinamente agotado después del ajetreo de la mañana. Una boda podía dejar sin fuerzas a una persona.

Zayn asintió.—Digamos que estoy en deuda con él.

—¿Tanto como para casarte con su hijo? —Arqueó una ceja—. Debe de ser toda una deuda.

—Eso creo.

Intrigado, y sintiendo más curiosidad de la que se atrevía a reconocer, Liam se quedó mirándolo durante un largo momento antes de preguntar. —Supongo que no querrás compartir conmigo esa información.

De nuevo volvió a torcer los labios fugazmente.—No, no quiero.

Liam intentó encogerse de hombros y se sintió inmensamente agradecido al ver que la cabeza no se le despegaba del cuello.—¿Qué me dices de ti? —preguntó Zayn.

—¿Qué pasa conmigo?

—¿Por qué fuiste adelanté con la boda?

Aquella era una pregunta cargada de pasado, una pregunta que no estaba dispuesto a comentar con un hombre al que apenas conocía, aunque fuese su marido. Unos recuerdos vergonzosos se agolparon en su mente y los enterró rápidamente en el fondo de su cerebro, todavía anquilosado.

—Digamos que yo también estaba en deuda con él.

—¿Y tampoco vas a compartir la información?

Liam distinguió un brillo travieso en aquellos ojos ámbar. ¿El sargento primero, bromeando?

—Paso, gracias —respondió Liam, sin ni siquiera darse cuenta de que le estaba echando en cara sus palabras. El brillo desapareció al instante.

—Mira, Liam —dijo Zayn—. Por suerte o por desgracia, estamos casados. Al menos, por ahora. ¿Por qué no intentamos llevarnos bien?

Un discurso romántico destinado a colmar de felicidad el corazón de cualquier amante, murmuró Liam para sus adentros, mientras volvía a frotarse la sien en un intento por suavizar el dolor. Nada. Lo miró con ojos entornados y sintió un vuelco en el estómago, como cada vez que subía a una montaña rusa. Qué absurdo que el rostro de un hombre le produjera ese efecto. Sobre todo, cuando no era un rostro de belleza clásica. Zayn Malik era demasiado rudo y áspero. Atractivo, sí, por qué no, de una forma tosca. El estómago volvió a darle un vuelco y, en aquella ocasión, no le prestó atención. Pero Zayn tenía razón. Durante, al menos, unos meses, estarían casados y vivirían bajo el mismo tedio. De acuerdo, no dormirían juntos.

Tras De TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora