Después de aquel descubrimiento alarmante, Liam se mantuvo tan ocupado durante los días siguientes, que no tuvo tiempo para pensar en ello. En aquellos momentos, de cuclillas bajo el sol californiano de noviembre, se tomó un momento para admirar el parterre de flores amarillas que acababa de plantar entre los dos arbustos que había bajo la ventana del salón. Luego, volvió la cabeza para contemplar el resto del jardín.Era increíble lo que podía hacer una segadora y una regadera, pensó. Por no hablar de la fila recta, como un regimiento, de petunias que bordeaban la senda hasta la casa. Distraídamente, se preguntó qué tipo de flores habrían plantado los dueños anteriores. No podía saberlo, ya que, fieles a la tradición de los marines, en cuanto una familia desalojaba una de las casas de la base, los vecinos saqueaban las plantas que no eran originales de la vivienda y las replantaban en sus jardines. Cómo estaba absorto en sus pensamientos, no se percató de que Zayn aparcaba la furgoneta delante de la casa. Ya estaba caminando por la senda de entrada cuando le preguntó.
—¿Soñando despierto?
Liam se sobresaltó y se llevó la mano al pecho, como si tuviera miedo de que el corazón se le saliera. Luego, lo miró.
—Me has asustado.Zayn se puso en cuclillas, a su lado.
—Produzco ese efecto en muchas personas.—Sí, pero, seguramente, no las afectaba como a él en aquel momento en particular, pensó Liam al sentir un hormigueo familiar en el estómago. —Creía que te estabas arreglando para ir a la fiesta de tu padre.Liam gimió para sus adentros. No había forma de eludir la pequeña celebración que Tom Payne había organizado para festejar el enlace reciente entre su hijo y el primer teniente. Cuando Liam había intentado recordarle a su padre que aquél matrimonio solo era algo temporal, este había insistido en que debían hacer todo lo necesario para convencer a todo el mundo de que era un matrimonio en toda regla. No era fácil rebatir aquel argumento, aunque solo Dios sabía que Liam lo había intentado. No quería pasar horas en casa de su padre, fingiendo ante el mundo que amaba a su marido y, al mismo tiempo, fingiendo ante él que no lo amaba.
—Está bonito —dijo Zayn de repente, y Liam volvió a centrar la atención en él. Estaba paseando la mirada por el jardín.
—Gracias.
—¿Por qué lo haces? —volvió la cabeza hacia él y sus miradas se cruzaron.
—¿El qué?
—Esto —señaló con una mano el verde de los arbustos y las manchas de color.
—¿Por que me gustan las flores?—preguntó Liam.
—No, quiero decir... — Zayn movió la cabeza—. Es que no me parecías la clase de chico amante de las plantas.
Qué curioso.—¿Qué clase de chico te parecía?
—No sé. De los que van a cócteles y fiestas benéficas.
Liam se sacudió la tierra de las manos y las entrelazó sobre su regazo, ladeó la cabeza y, con mucha paciencia, preguntó:—¿Qué te hacía pensar eso?
Zayn sonrió y Liam sintió un vuelco en el estómago. Al menos, pensó, había sido el estómago y no el corazón.
—No lo sé, la verdad. Pero plantar flores, quitar la pintura de los marcos y redecorar la casa tú solo...Liam carraspeó nerviosamente y se puso en pie. Vaya, tenía que darle alguna explicación de por qué había quitado tira tras tira de pintura del alféizar de una ventana.
—Como todavía estoy desempleado —le dijo, mientras veía cómo Zayn también se incorporaba—. Prefiero mantenerme ocupado.—Ahora que me acuerdo —Zayn metió la mano en el bolsillo de su uniforme de camuflaje, sacó un trozo de papel y se lo entregó.
Liam lo leyó. «Marie Talbot, 555 8776». Volvió a mirarlo a los ojos y preguntó:
—¿Quién es?
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