Zayn levantó la vista al ver que Tom Haley se ponía en pie de un salto y centraba toda su atención en el umbral.-¿Puedo ayudarlo, jóven? -dijo en un tono que denotaba más anhelo que educación.
-He venido a ver al sargento Malik -contestó una voz demasiado familiar.
Maldición. En apenas un segundo, Zayn sintió cómo le caía un gran peso en el estómago. Al mismo tiempo, una parte inferior de su anatomía experimentaba una reacción completamente distinta.
Lentamente, volvió la cabeza hacia el umbral. -Sargento primero -corrigió automáticamente.
Unas hermosas cejas se elevaron sobre los ojos castaños que lo acosaban en sueños. Un amago de sonrisa asomó a sus labios antes de que dijera: -Tienes razón.
Maldición, ¿por qué tenía que estar tan guapo? Llevaba una chaqueta de cuero negro y unos pantalones ceñidos que marcaban aún más su trasero. El ruido de sus zapatos sobre el sintasol parecía un latido. Aquellas piernas podían patentarse como armas. En cuanto a los ojos... Zayn no quería pensar en ellos en aquellos momentos.
Tom carraspeó con fuerza para arrancar a Zayn de las fantasías que no podía permitirse tener. Dirigió a su amigo una mirada gélida y frunció el ceño al ver que Tom le sonreía. Al parecer, no tenía intención de desaparecer sin una presentación.
Zayn se puso en pie y dijo con voz tensa:
- Liam, este es el sargento de artillería Haley...-Tom -interrumpió el sargento con una sonrisa demasiado amistosa.
Zayn frunció el ceño y terminó las presentaciones. -Tom, él es mi esposo, Liam.
De acuerdo, se sentía extraño pronunciando aquella palabra, pero no le gustaba la mirada que tenía Tom Haley mientras estudiaba a Liam de pies a cabeza. Aunque no quería pensar por qué le molestaba, de repente, el éxito que Tom tenía con medio mundo.
-Encantado de conocerlo, señor Malik -dijo Tom, al tiempo que salía de detrás de su escritorio para acercarse a Liam con la mano extendida.
Liam la estrechó y dijo: -Por favor, sólo llámame Liam.
Zayn frunció el ceño para sus adentros al ver sus manos unidas. No pudo evitar fijarse en que Tom prolongaba el contacto un poco más de lo necesario. Sintió fuego en el estómago y supo que no se debía al café alquitranado que había estado bebiendo toda la mañana. Maldición, ¿acaso no bastaba que tuviese que tratar con Liam en privado? ¿Por qué tenía que presentarse en su despacho? Pero, al mismo tiempo que se hacía esas preguntas, reconoció que no era solo su presencia lo que le robaba la paz mental.
Era Liam, punto. Desde aquella mañana en la que se había enfrentado a él a pesar de la resaca, se había sentido intrigado. De acuerdo, reconoció en silencio, más que intrigado. Sobrio, el castaño resultaba aún más perturbador. Apretó los dientes e hizo un esfuerzo por preguntar con voz serena:-¿Ocurre algo?
Liam le lanzó una rápida mirada y arqueó levemente una ceja. -¿Solo porque un esposo se presenta en el despacho de su marido tiene que ocurrir algo?
-Claro, Zayn -intervino Tom, y le ofreció a Liam una silla-. Sonríe. Quizá te estuviera echando de menos.
-Sí -corroboró Liam-. Quizá sea por eso por lo que he venido. Porque te echaba de menos.
Claro. Lo mismo que echaría de menos un dolor de muelas. Pero no podía decirlo delante de Tom, al menos, si querían interpretar el papel de recién casados. Liam se sentó y cruzó una de sus increíbles piernas sobre la otra. Tom seguía mirando, Zayn volvió a su amigo y le espetó: -¿No tienes que ir a alguna parte?
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