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«Esto no es una montaña rusa», pensó Liam con frenesí, «sino una cordillera rusa». El corazón empezó a palpitarle con fuerza y le temblaban las manos. El castaño contempló aquellos ojos ámbar y vio cómo todas y cada una de sus resoluciones de mantener una relación platónica con su esposo se iban al traste.
Sintió diminutas chispas de electricidad por todo el cuerpo. Notaba una gran pesadez en brazos y piernas, como si llevara años dormido y estuviera despertándose en aquellos momentos.
Aquél pensamiento lo hizo inspirar con aspereza, soltar a Zayn y dar un paso hacia atrás.

—¿Liam? —Apenas oía la voz de Zayn con la música de la banda—. ¿Te preocupa algo?

—susurró, consciente de que él no podía oírlo. Consciente, también, de que tenía que guardar las distancias con él. Aquella extraña reacción a su más leve roce desaparecería con el tiempo. Ni siquiera llevaban un día de casados. En cuestión de un par de semanas, ya se habría acostumbrado a él. Seguramente, estaría harto de él. Con un poco de suerte, así sería.

—¿Liam? —preguntó otra vez Zayn, mientras se acercaba a él—. ¿Te encuentras bien?

—No —contestó, en voz lo bastante alta para que lo oyera—. Estoy muy cansado, Zayn. Creo que subiré a la habitación.

Zayn contrajo las facciones. Sus ojos ámbar se enfriaron hasta adquirir la tonalidad de un día de otoño... y perdieron todo su calor. Le tomó la barbilla con una mano. — Está bien, te llevaré a la habitación.

Hormigueos. Chispas. Un deseo sexual que empezaba a cobrar vida. Liam inspiró profundamente y se apartó.

—No hace falta —dijo con vacilación, mientras intentaba con todas sus fuerzas controlar los fuertes latidos de su corazón—. Tú quédate aquí y diviértete. No me pasará nada.

Sin darle opción a replicar, Liam salió corriendo de la pista. Huyó por la puerta de salida como si Zayn lo estuviera persiguiendo. No tenía por qué haberse tomado tantas molestias. El pelinegro seguía en pie, donde lo había dejado. Solo y rodeado de parejas sonrientes.

[...]

La habitación estaba a oscuras y en silencio cuando, un par de horas después, Zayn entró de puntillas en ella. Agotado, se dijo que, tal vez, no había sido tan buena idea caminar por la orilla del río durante dos horas seguidas. Pero no había tenido valor para enfrentarse a su esposo sin antes serenarse y meditar en silencio.

Había necesitado dos horas para inventar razones absurdas que justificaran la oleada de deseo que lo había dominado en el momento en que había estrechado a Liam Payne en sus brazos.Y había ideado algunas excusas admirables, desde el agotamiento hasta una química incontrolable con el hermoso hombre. Diablos, no era la primera vez que se sentía atraído por alguien. Era humano, y cualquier chico imponente lo ponía a cien. Pero todos aquellos razonamientos eran mentira, y lo sabía. Pero no quería reconocerlo. Porque nunca en su vida se había sentido tan... lleno de vida, como cuando había estrechado a Liam en sus brazos en aquella pista de baile atestada de parejas.

El recuerdo de aquellos escasos segundos bastaba para que la sangre le fluyera hacia una parte de su cuerpo que ya lo había martirizado bastante durante aquella noche. Entró en la habitación a oscuras y cerró con cuidado la puerta. Se quitó los zapatos, los dejó en un rincón y, aunque la oscuridad era tan completa que no podía ver nada, volvió la cabeza hacia la cama. Sabía que Liam estaba allí, tan cerca y, al mismo tiempo, tan fuera de su alcance.

Cerró los ojos y lo imaginó como lo había visto la noche anterior, recostado sobre las sábanas, con su brillante cabello castaño desparramado por la almohada. Solo que, en su mente, estaba sobrio... y anhelante. Liam lo miraba, levantaba los brazos y le sonreía suavemente. Zayn dio instintivamente un paso hacia delante y la oscuridad se llenó de un estallido de dolor. Emitió un gruñido de sorpresa, pero enseguida apretó los labios con fuerza. No había necesidad de asustar a Liam y despertarlo solo porque se hubiera roto el pie.

Tras De TíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora