Han Jisung es un profesor de Artes con una vida perfecta y Lee Minho un demonio desesperado en busca de su alma gemela.
¿Que pasará cuando al fin la encuentre?
- Los angeles y demonios tienen prohibido enamorarse.
...
La voz de su angelito siendo torturado por su padrastro se escuchaba por todos lados, cada vez se metía más en su cabeza, le hacía querer volver, no estar en ese lugar, pero no se rendiría.
Vamos Minho.
Se alentó y tomó un respiro profundo, trató de ignorar los gritos de su angelito y en su mente solo quedó la imagen de la sonrisa de Jisung quien lo motivó a seguir más y volvió a caminar.
De cerca le seguía su padre quien sin expresión veía el como Minho pasaba por todos los obstáculos que tenía aquel laberinto.
- Es increíble ¿No? - dijo una voz tras él. - ¿Qué haces aquí Lealtad? - el hombre no se volteo solo siguió en su lugar - no soltaré a tu hijo - dijo con seguridad.
- De eso se encargará Minho - el señor Han estaba justo al lado de Lee - yo vine aquí a hablar contigo - ahí el rojo se dio vuelta quedando frente a frente al ángel quien lo veía con serenidad.
No tenía miedo.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Haré lo correcto Lee - el hombre lo miro sin comprender y luego vio como tras el ángel aparecía otro ser más resplandeciente que el primero.
- ¿Qué haces aquí viejo? vete, no necesito tus servicios.
Sí, el amo del cielo estaba en la tierra de los muertos.
- No sé cómo lo hiciste Lee - habló esta vez el hombre - pero ya estoy aquí y no dejaré que vuelvas a intimidar a nadie más, le estas haciendo daño a tu propio hijo.
- Tu que sabes, siempre hubo esa regla, tu la hiciste ¿No recuerdas? dijo el hombre furioso.
- ¿De qué hablas?
- Los ángeles y demonios no pueden enamorarse.
- ¿Cuanto tiempo estuve dormido? - preguntó confundido - esa regla jamás existió Lee, si no ¿Por qué tu destino es un ángel? - dijo - ¿Nunca te lo preguntaste? ¿Por qué el destino de tu hijo también es un ángel? - el hombre reflexionó.
Jamás se puso a pensar en eso, el viejo era el encargado de crear los destinos y nunca se equivocaba.
- Viviste toda tu vida a la sombra de tu padre ¿Qué no te das cuenta? - dijo esta vez Lealtad.
De pronto una luz como un flashback paso frente a sus ojos, ahí vio algo que lo quebró.
Fue la primera vez que vio a su destino, el ángel más hermoso que había visto en toda su vida, defendía a su padre, un pecador, entonces cruzó la mirada con la luz que ahora sería su vida y le sonrió tan hermosamente.
- ¿Qué es esto? - preguntó sintiendo su pecho comprimirse.
- Son tus recuerdos - dijo el viejo con calma.
Se arrodilló viendo la luz nuevamente, la sonrisa de su destino, los castigos de su padre, el baile a la luz de la luna, encuentros a escondidas, llantos, sonrisas, su padre separandolos y el prometiendo que la encontraría a como de lugar, entonces todo se volvió negro por unos segundos.
Puso su mano en su pecho sintiendo aquel dolor que jamás había sentido al ver aquella escena.
Era él, su esposa y su pequeño hijo en un parque de diversiones, se veían alegres el niño saltaba feliz delante de ellos mientras estos caminaban de la mano observando las locuras de su pequeño.
Minho tenía cuatro años y para él era su tesoro.
- Papá quiero subirme ahí - indicó la gran montaña rusa.
- Eres muy valiente pequeño - revolvió el cabello de su hijo mientras esté sonreía - eres igual que tu padre.
El recuerdo se esfumó, Lee tomaba con fuerza su corazón, sin darse cuenta sus lágrimas habían caído.
- No seas igual a mí - susurró mientras chasqueaba los dedos y dejaba a su hijo libre junto al ángel quien ahora estaba desvanecido.
- ¿Qué? - el chico miró a sus lados desorientado, pero al ver a su angelito desvanecido corrió a su ayuda - angelito aquí estoy - el chico sonrió mientras mantenía los ojos cerrados - iremos a casa no te preocupes, no te dejaré solo - habló y levantó la vista, ahí en el suelo se encontraba su padre, no hizo nada, ahora solo importaba su ángel.
- No quiero que seas como yo - dijo antes de que su hijo desapareciera.
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