xxiii

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Dedicarme a lo que amaba ya no era suficiente para escapar de mi realidad. Imaginar que estoy viviendo la vida que siempre deseé, tampoco servía.
No puedo concentrarme en mis tareas, comencé a ir de mal a peor en la escuela, si antes era la alumna ejemplar, ahora era el ejemplo que no debían seguir. Mis notas estaban por los suelos y, por suerte, mi familia aún no se enteraba. Vivía rodeada de constantes comparaciones hacía otras personas, de regaños y maltratos. Ya no sabía en quien confiar.
Si no era ella, era él, y si no era él, era la otra y así se repetía, una y otra, y otra vez. Era un línea recta que nunca tenía un fin, un círculo que no cambiaba nunca su trayectoria, que siempre giraba para el mismo lado y repetía los mismos errores y diálogos.
Vivía encerrada en mi cuarto, sin salir por días, y metida en mi computador todo el día.

¿La escuela?, bien, gracias.
¿Mis horarios de comida?, por ahí andan.
¿Mi sueño?, se debió haber escapado por la red.
¿Mi salud?, no sé, el médico ya no existe para mí.

Mi madre sólo estaba para complacerme con cosas materiales, mi padre era un cero a la izquierda, mis abuelos me comparaban constantemente con mis primos y el resto eran poco y nada. Nunca me sentí bien acá ni allá, nunca me sentí bien rodeada de esa gente.
También comencé a distanciarme de mis amigos, poco a poco. Algunos ya ni se preocupaban por mí, ni me dirigían la palabra, pero se suponía que seguíamos siendo amigos. Con otros seguí hablando, y con otros de vez en cuando, cuando el otro tenía ganas de hablarme.

Quería escapar de ese lugar, pero no podía irme así sin más, entonces, planeé mi huida. Le dije a mi papá que iba a ir a la casa de una amiga, a pasar el fin de semana, él aceptó respondiéndome con un: "por fin salís de esa habitación". Lo tomé como un sí, claramente.
Puse las cosas "importantes" en una mochila, aunque luego no me iban a servir de mucho y el viernes por la tarde salí rumbo a la casa de mi amiga. Quedaba cerca, así que mi abuela me acompañó hasta la puerta para verme hasta que me perdiera de vista, entonces hice el camino habitual hacia su casa, pero después tome otro camino.

Caminé y caminé, hasta llegar a una pequeña plaza que no conocía, allí me senté en una de las tantas bancas que habían. Saqué mi celular y le mande unos mensajes de despedida a las personas más importantes para mí, aunque lo que más mi importaba, eran mis mascotas, pero de ellos ya me había despedido. Le hable a mis amigos que siempre estuvieron ahí y a los que no, pero aun así los quería.

Ahora, sólo quedaba una cosa por terminar y ya podría estar en paz.








21 01 2023
489 palabras.

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