Sentía que en cualquier momento me desmayaría del cansancio.
La soledad me perseguía y yo ya estaba demasiada cansada de huir de ella, pero tampoco quería rendirme y caer en esa habitación a oscuras, donde lo único que la iluminaba era el brillo de la pantalla de la computadora, de mi celular o la poca, y casi inexistente, luz natural que entraba en la mañana por aquella persiana cerrada.
Cuando pensaba que la vida me estaba sonriendo, mientras me daba la mano para levantarme y salir de allí, escuché como se reía de mí a mis espaldas, y cuando necesité su ayuda de nuevo, soltó mi mano y me dejo caer en los brazos de la soledad, de quién ahora estoy tratando de escapar.
Pensé que saliendo más me dejaría en paz. Hice lo posible para relacionarme con otros, socializar más, tener muchos amigos, pero ese sentimiento de soledad y culpa seguía ahí. Los podía ver entre la gente, cuando caminaba por las calles, escuchando las risas de mis amigos, mientras yo llevaba esa sonrisa falsa conmigo, para no arruinarles el día ellos.
Me saludaban desde la distancia, moviendo su mano con lentitud de lado a lado. Se mostraban con una sonrisa en su rostro, pero era más que obvio que la estaban fingiendo, sus ojos le delataban. Mientras ella me miraba con tristeza y pena, la mirada de su acompañante era de enojo y asco.
No sé en qué momento camine tanto que termine parándome en la mitad de la calle, observando en la lejanía a esos sentimientos que me perseguían a todos lados. Los gritos de mis amigos se mezclaron con el ruido de las bocinas de los autos, sentí como uno de ellos me agarro de la mano y me jalo hacia la acera, junto al resto.
Lo mire a los ojos, luego mire al resto, parecían estar preocupados y preguntándose por mi comportamiento extraño. No respondí a sus preguntas y llamados, no me interesaba eso ahora. Di media vuelta y espere a que pasen los autos para cruzar a la vereda de enfrente, no dije nada y me aparte de ellos.
Tenía algo por terminar y más importante que hacer.
24 02 2023
364 palabras.